El recién descubierto SARS-CoV-2 (COVID-19) representa un reto para la salud mental y los trastornos de sueño, además de que la crisis económica y el encierro provocan una situación difícil para las personas, en particular para aquellas que sufren trastornos del sueño.
Si bien cualquier diagnóstico o tratamiento debe ser prescrito por un especialista, algunas recomendaciones son establecer horarios y rutinas, reservar la cama para descansar, limitar la exposición a la luz artificial, vigilar nuestras siestas y establecer un momento para relajarse previo a dormir.
Juan Carlos Ayala García, biólogo de la Escuela de Salud Pública de México consideró importante reposar en forma correcta, pues se trata de un proceso biológico crítico que en estos momentos se vuelve esencial, debido a los beneficios en el aumento de la función cerebral y en un mejor estado de ánimo.
“Antes de la pandemia los problemas y trastornos del sueño ya existían, pero el confinamiento ha provocado una nueva serie de desafíos, incluso para aquellas personas que no tenían problemas para dormir y ahora los presentan”, advirtió el especialista.
“El sueño es esencial para la salud física y el funcionamiento del sistema inmunológico, también es un promotor clave para el bienestar emocional y mental, ya que ayuda a combatir el estrés, la ansiedad y la depresión”, agregó.
Explicó que el tránsito de la vigilia al dormir se da en cuatro etapas: las dos primeras (N1 y N2) son fases de sueño ligero y poco restauradoras en las que aún se perciben la mayoría de los estímulos que sucede en el entorno.
La N3 de ondas lentas es esencial para que la persona descanse, pues es un sueño reparador en el que tenemos menor reactividad a los estímulos ambientales y, finalmente la N4, con sueño de movimientos oculares rápidos, en la que la frecuencia respiratoria y cardiaca comienzan a subir.
“Cuando alguna de estas fases se encuentra alterada, es decir, que esté disminuida, aumentada o que su frecuencia varíe, hay un trastorno que también se define por el momento en que ocurre este cambio y por las repercusiones que tiene durante el día”.
Entre las principales variaciones se encuentran el insomnio o la dificultad recurrente para iniciar o mantener el sueño a pesar de tener las condiciones adecuadas para dormir; los problemas en los que se ve comprometido el esfuerzo respiratorio con sensaciones de ahogo, ya sea que esté disminuido o ausente.
Otras de ellas son la hipertensión de origen central, con somnolencia excesiva diurna, incapacidad para permanecer alerta o despierto durante la vigilia, así como los desajustes del ritmo circadiano, los cuales suceden cuando hay una perturbación entre el sistema de regulación interno y el ambiente físico.
Estas alteraciones pueden ser resultado de la interrupción de la vida cotidiana, “pues ha sido difícil adaptarnos a un nuevo horario e incluso a la falta de una rutina marcada; la ansiedad, la preocupación, los problemas de depresión, un mayor estrés laboral o familiar y exceso de tiempo en los dispositivos electrónicos”.