El embarazo a edades cortas obliga a quienes viven esta experiencia a afrontar compromisos personales, sociales, económicos, emocionales de gran envergadura, así como también incrementa el riesgo de padecer enfermedades en la edad adulta.
La reproducción es un acontecimiento de la más alta trascendencia y si bien no es posible señalar cuál sería la edad adecuada para convertirse en padres –en virtud del respeto al derecho a decidir de manera libre e informada el inicio de la reproducción, el número de hijos que se desea y su espaciamiento– la evidencia muestra que hacerlo a edades tempranas trastoca de manera profunda el curso de vida.
La coordinadora de la Especialización y Maestría en Población y Salud de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Rosario Cárdenas Elizalde, informó que el retraso en el crecimiento intrauterino provoca cambios fisiológicos y metabólicos durante el proceso embriológico imposibles de revertir y los cuales aumentan el riesgo de padecer, en la edad adulta, enfermedades cardiovasculares y diabetes, entre otras patologías.
Problemas durante el embarazo a edades tempranas
La investigadora expuso los problemas de cobertura médica durante el embarazo en esas edades y apuntó que para interrumpir el proceso de acumulación de desventajas sociales por la ocurrencia de embarazos durante la adolescencia es indispensable, por una parte, reconocer la situación y percibirla como lo que es:
“un problema que involucra y afecta a la sociedad y no sólo a quienes lo enfrentan y, por otra, concretar medidas de política pública integrales que garanticen el ejercicio de una reproducción planeada”.
En su estudio comprobó que en menores de entre 15 – 19 años que tuvieron un parto – durante 2013 – una de cada cinco carecía de cobertura médica en alguna institución de salud pública y que seis de cada diez recibieron atención del Seguro Popular.
“Resulta de gran relevancia que pese a haber demandado servicios prenatales a partir del primer trimestre de la gestación, una de cada diez gestantes no tuvo el número de consultas que establece la normatividad correspondiente: cinco durante el transcurso de un embarazo de duración normal”.
Asimismo, la especialista de la Unidad Xochimilco de la UAM informó que en 2013 se registraron en México dos millones 195,073 nacimientos, de los cuales 17.7 por ciento correspondió a mujeres menores de 19 años, es decir, en uno de cada seis casos se trató de mujeres adolescentes.
Además, expone que se trata de un fenómeno alarmante, pues en 2010 por cada diez mil mujeres de entre 15 y 19 años se registraron 637.4 hijos. Las cifras para 2013 señalan un aumento puesto que para ese año el mismo indicador -número de hijos por 10 mil mujeres de 15 a 19 años- ascendió a 681.8; además de que una de cada cinco careció de cobertura médica en alguna institución de salud pública.
Con base en estimaciones sustentadas en el análisis del Sistema Nacional de Información en Salud de la Secretaría de Salud y las proyecciones del Consejo Nacional de Población para el periodo 2010-2030, Cárdenas Elizalde subrayó la importancia de la fecundidad en menores de 20 años en la dinámica total de este componente demográfico a nivel nacional.
Esta dinámica puede apreciarse al observar que la participación de este grupo de edad excede a la mostrada por mujeres de entre 30 y 34 años –16.8 por ciento– y que la tasa de fecundidad total de toda la población en edad fértil –de 15 a 49 años– es menor a la que muestran las adolescentes de 15 a 19 años.
Esa situación se exacerba cuando la atención inicia en el segundo trimestre –tres de cada diez con menos de cinco consultas– y es aún más extrema al tratarse del grupo que la comenzó en algún punto del tercer trimestre, lo que sucede en siete de cada diez por debajo de la norma.
Así, en 2013 ocho de cada diez nacimientos de mujeres menores de 15 años y seis de cada cien ocurridos en el grupo de entre 15 a 19 años tuvieron lugar de manera prematura: antes de la semana 37 de gestación. Alrededor de cuatro de cada diez recién nacidos midieron menos de 50 centímetros.
La información analizada muestra que más de una tercera parte de los nacidos con bajo peso –menos de 2,5 kilogramos– registró retraso en el crecimiento intrauterino.
Los efectos sobre la salud asociados a la prematurez del nacimiento y el bajo peso incluyen un amplio espectro que puede abarcar desde problemas respiratorios, hasta males de índole cognitivo y de socialización.