El conocimiento acumulado y la ciencia son útiles en este momento para entender la pandemia del COVID-19, el estrés y ayudar a las personas a vivir el aislamiento de una manera menos tortuosa, refirió la doctora Alicia Saldívar Garduño, investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Al dictar la ponencia “Estrés y ansiedad frente al confinamiento y la nueva normalidad”, la académica señaló que este tema ocupa a los especialistas, cuyos aportes amplían el horizonte de comprensión y brindan herramientas para entender la situación, dialogar y procesar las experiencias al respecto.
Luego de seis meses de aislamiento social y la Jornada Nacional de Sana Distancia sigue siendo relevante analizar “un suceso para el que no estábamos preparados, pues si bien en 2019 vivimos la epidemia de influenza H1N1, el encierro que pasamos en aquella ocasión fue muy localizado y no tan largo”.
La reducción de actividades, el confinamiento, la suspensión de clases presenciales y otras medidas han traído consigo una dinámica nueva que impactó la salud de la población; también generó situaciones de estrés y ansiedad, derivado de “una transformación drástica de hábitos y rutinas; entre ellos la convivencia familiar por horas y a tiempo completo; los usos domésticos del espacio privado; la adaptación de las labores escolares y profesionales, y el cambio al teletrabajo y las clases vía remota”.
Afectaciones a la salud mental
El modo abrupto en que ocurrió todo esto ha tenido un impacto en el estado mental con cuadros de depresión; también aparece la frustración, irritabilidad, situación de alerta constante, enojo, miedo y trastornos del sueño; aunque son estos últimos los que más preocupan por su dimensión, ya que proliferan los reportes de gente con insomnio y dificultades para dormir. Esto ha repercutido en su rendimiento y la organización de sus tareas, refirió la experta en psicología social de la salud.
“Sin duda el confinamiento ha tenido efectos negativos en términos emocionales, físicos y en general en la salud. Esto porque perdimos la noción de los días y las horas, y empezamos a vivir una especie de castigo; nos sentimos prisioneros y añorando lo que conocimos como la vida normal”, destacó.
Esta nostalgia también se acompañó con un duelo “por lo que dejamos o ya no pudimos hacer de la misma manera”; así como con el anhelo del contacto social y familiar para “convivir como hacíamos antes de la pandemia”.
“Por todo esto, el estrés es una repuesta fisiológica frente una amenaza real o imaginaria, además de un mecanismo que “nos permite sobrevivir en situaciones de riesgo o peligro; no obstante, al rebasar los niveles que podemos manejar puede ser peligroso”, subrayó Saldívar Garduño.
Causas
Algunas de sus causas han sido la duración prolongada de la cuarentena; el miedo a enfermar o morir; la pérdida de un ser querido; el desempleo; los problemas financieros; la incertidumbre ante el futuro; la sobrecarga de trabajo, y el temor por cómo volver a la normalidad y retomar las tareas habituales.
Todo esto puede derivar en angustia; descontrol, sensación de indefensión; insomnio, pánico; respiración acelerada, y aumento de la frecuencia cardiaca, entre otras reacciones que vulneran la calidad de vida y el bienestar de las personas. Ante esto resulta fundamental establecer rutinas de higiene, alimentación, descanso y recreación: así como disfrutar tiempo con parientes y mantener el contacto social a partir de la organización de horarios y actividades con el resto de miembros en el hogar.
La investigadora de la UAM recomendó realizar labores placenteras: ser selectivos al consultar las fuentes de información; validar las emociones; identificar los recursos de que se dispone; aplicar un plan de contingencia para poder afrontar las circunstancias, y estar prevenidos ante cualquier problema.