Esténtor Político
La humanidad ha sobreestimado la pandemia, sus efectos y consecuencias. Los nuevos repuntes de contagios y muertes aumentan diariamente a ritmos no vistos en 2020. La mutabilidad del virus rebasa los logros obtenidos para crear una vacuna que genere inmunidad.
Sin estar preparados, todos los países se enfrentarán a una segunda ola de contagios con las nuevas variantes del SARS-CoV-2, que podrían ser mucho más infecciosas y de fácil propagación.
Charles Darwin sentó las bases de la biología evolutiva moderna en su libro “El origen de las especies”, dada por una selección natural que ayuda a un organismo vivo a sobrevivir y reproducirse. Como en todo ser viviente, la evolución abre un nuevo paso a la sobrevivencia de la especie, adaptándose y generando su propia inmunidad para continuar su ciclo de vida, no importando si esta afecta a otras especies en el medio que cohabitan.
Al pasar por distintas especies, el virus del COVID-19 es la prueba de que se está adaptando a los nuevos cambios y a las formas de vida existentes; incluso, podría luchar por su permanencia si este no es controlado adecuadamente. Sus nuevas variantes, que se duplican rápidamente, son las mutaciones necesarias que el virus debe generar para expansión, siendo más infecciosas que sus antecesoras.
Diversos especialistas de la medicina han alarmado que las nuevas cepas son una amenaza para la labor de inmunización, haciendo inefectivas las vacunas existentes y volviendo a confinamientos sin salida. El mundo nuevamente no sabe cómo actuar para enfrentar los nuevos retos que traerán las nuevas mutaciones de la pandemia.
En el proceso de vacunación se ha advertido que llevará años inocular a la mayor cantidad de personas posibles alrededor de la Tierra, incluso, la vacuna no será suficiente. A esto se le suma la monopolización de las vacunas por los países ricos, que amenaza al suministro sobre países pobres, pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) creó el mecanismo Covax para hacer de ellas un suministro equitativo.
Por su parte, el director de la OMS, Tedros Adhanom, ha alertado y mostrado su preocupación porque la campaña de vacunación se está llevando acabo en 50 países, casi todos naciones ricas, pero el 75% de las vacunas ya aplicadas se ha concentrado sólo en 10 países, provocando una vacunación desigualitaria. La falta de acuerdos bilaterales y la prioridad que han dado los fabricantes ha provocado una guerra de precios, a lo que calificó como ‘el peligro real’ porque esta lleva esperanza a países ricos mientras las naciones pobres quedan atrás.
Durante el Foro Económico Mundial, David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas, manifestó que la vulnerabilidad de los sistemas de suministro alimentario fueron expuestos por la pandemia, y de no replantear soluciones por los gobiernos generaría una hambruna mundial y la migración masiva. Lo que ahonda en otro grave problema de desigualdad.
Teniendo en cuenta los factores de la desigualdad en la vacuna antiCovid y en el suministro de alimentos, los gobiernos deben ser quienes salven a sus economías y a su población con nuevas políticas de crecimiento y desarrollo. Por otra parte, los países ricos deben optar por una regulación sin excesos que beneficie a los países de menores condiciones y ayudar a no profundizar más los grados de pobreza y marginación.
El fin de la pandemia debe generar una unión en común, de todos los países, con toda la ciencia posible y con un solo afán: el bienestar y la salud de la humanidad. El ‘nacionalismo vacunal’ sólo abrirá más la brecha de desigualdad, trayendo consecuencias para también las naciones ricas. La igualdad es la clave. Por el momento, querido lector, es todo.