Esténtor Político
Para nadie es desconocido que el gravísimo problema de la desigualdad en México, América Latina y varias regiones del mundo, agravado por los dos años de la pandemia del COVID-19, avanza a grandes pasos mediante el aumento de la pobreza, falta de alimentos, desnutrición, mayor desempleo, inflación, estancamiento económico y alza en los rezagos educativo y sanitario. Estos problemas podrían convertirse en una ‘bomba’ social que estalle en cualquier momento, especialmente en algunas naciones que, como México, tienen a la vuelta una competencia electoral.
De acuerdo al documento ‘Aspectos de la desigualdad por la pandemia’, del Instituto Belisario Domínguez –órgano de investigaciones del Senado de la República– ‘la desigualdad se hizo más presente entre los individuos y en los países que contaban con recursos económicos, infraestructura, personal médico y científico para atender a las personas contagiadas, desarrollar vacunas y la adquisición de éstas frente a los países que carecían de infraestructura hospitalaria suficiente para atender el creciente número de casos de urgencias derivadas de los contagios por COVID-19′
Estos datos y los análisis de organismos internacionales como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el Banco Mundial (BM) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) coinciden en que la desigualdad creció con la pandemia; que los más afectados han sido mujeres, niños, adolescentes, jóvenes y trabajadores informales, y que el mayor número de personas que han caído en la pobreza son de clase media debido a la pérdida de empleos e ingresos.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) asegura que, en sólo dos años, la población de clase media en México disminuyó en 6.3 millones menos, ya que pasó de 53.5 millones de personas en 2018 a 47.2 millones en 2020. La población de clase alta también se redujo, pues del 1.8 millones de individuos que había en 2018 bajó a poco más de un millón en 2021; y que la clase baja aumentó de 69.9 millones a 78.5 millones, es decir, casi nueve millones más de pobres en dos años de pandemia.
La CEPAL, por su lado, ha estimado que en América Latina y el Caribe, el número de pobres aumentó en 209 millones de personas (33.7%) y la pobreza extrema en 78 millones de personas (12.5%), debido a que en ella se concentraron 18.5% de los contagios y 30.3% de las muertes provocadas por el COVID-19 en el mundo. En nuestra región, además, también ha habido una fuerte pérdida de empleos y, por tal motivo, en los ingresos familiares. En el área educativa, la Cepal y la Organización de las Naciones Unidas para la Atención de la Infancia (Unicef) estiman que el número de niños y adolescentes en situación de pobreza monetaria podría incrementarse en 7.6% y que, en este rubro, el 51 por ciento de la población mundial ha sido afectada.
En enero de este año, el Banco Mundial, en su estudio Global Economic Prospects (GEP), reporta que uno de los efectos del COVID-19 ha sido un aumento en la brecha de los ingresos y que, en los países de economía de mercado y emergente, la renta media ha retrocedido a los niveles que existían en 2010, es decir hace una década. El GEP informa asimismo que, aunque las transferencias en efectivo de los gobiernos han ayudado a aliviar las disparidades de ingresos, lo cierto es que ‘hay un aumento de la pobreza y otros signos de penuria como la inseguridad alimentaria’, que resulta muy preocupante por el reciente incremento en los precios de las mercancías básicas.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que alrededor mil 500 millones de estudiantes abandonaron la escuela en el mundo, cifra equivalente al 83% de los matriculados en 167 países; en tanto que la Organización de las Nacionales Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) calculó que otros 100 millones de niños bajarán al mínimo en competencia lectora.
Con estos datos recabados por el Instituto Belisario Domínguez podemos concluir que la inconformidad social, económica y política en los países de la región de América Latina y el Caribe, de la que forma parte nuestro país, seguirá en ascenso y que, asociada a las disputas electorales, generará una mayor incertidumbre, sobre todo si no se toman acciones fiscales y se adopta una agenda de reformas estructurales encaminadas a favorecer a las mayorías empobrecidas, a los consumidores y a las empresas que han padecido el impacto negativo de la pandemia del COVID-19.
Con el descontento por las condiciones económicas, y en parte por el aumento de la inflación en 2020 y 2021, el malestar social podría ser mayúsculo en México y estallarle al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien no podrá hacer nada frente al encono y el descontento sociales, los que además podrían reflejarse en los próximos procesos electorales en los que su partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) pierdan el poder político. Por el momento, querido lector, es todo.