Esténtor Político
Según la información difundida el martes 4 de abril, el empresario mexicano Carlos Slim subió un puesto en la lista de los hombres más ricos del mundo en 2023; Forbes lo ubica ahora en el lugar número ocho, solo debajo de Bill Gates y Michael Bloomberg; y aunque tal información se interpreta a la ligera y no causa “gran sorpresa”, vale la pena asociar el hecho con la concentración de la riqueza, el crecimiento de la desigualdad y el aumento de la pobreza en México y en el mundo.
En un breve resumen, los nombres de los más ricos del planeta son: Bernard Arnault, dueño de LVMH (Louis Vuitton); Moët Hennessy es el hombre que más riqueza posee en todo el mundo, con 211 mil millones de dólares (mdd); el segundo lugar lo ocupa ni más ni menos que Elon Musk, dueño actual de la red social Twitter, personaje que tanto “ruido” ha generado con la llegada de Tesla a Nuevo León, y quien posee una riqueza calculada en 180 mil mdd; el tercer lugar lo ocupa Jeff Bezos, fundador de Amazon y dueño del periódico The Whashington Post; el lugar 16 lo ocupa Mark Zuckerberg, dueño de Meta, que engloba Facebook, WhatsApp e Instagram.
Dejemos aquí la lista de los más poderosos del planeta y veamos algunas cifras de la desigualdad y pobreza que padecemos porque, según Manuela Tomei, subdirectora general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en la Comisión de Desarrollo de las Naciones Unidas, el 10% más rico de la población se lleva el 52% de la renta mundial mientras la mitad más pobre obtiene el 6.5% de la misma.
Ahora, incluso, se compara la problemática prepandemia y pospandemia, ya que ésta mató a más de 6.8 millones de personas, arrojó a millones a la pobreza extrema y al hambre, destruyó empresas y dejó sin empleo a millones de seres humanos; “crecieron las desigualdades en materia de ingresos, empleo y derechos (…) 214 millones de trabajadores viven en la pobreza extrema, con menos de 1.90 dólares al día”.
Otro de los aspectos que Tomei señaló es la gran disparidad en los mercados laborales mundiales; reveló que persisten grandes brechas de género en el empleo, el desempleo, la remuneración y las pensiones: “unos 290 millones de jóvenes en todo el mundo no reciben educación, empleo o formación, mientras que dos mil millones de personas trabajan en la economía informal”. La pandemia confirmó que los grandes niveles de desigualdad generan más dolor para la humanidad, desigualdad generada; porque la riqueza de los países se concentra en pocas manos.
La situación se agrava si consideramos el informe del Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre (Oxfam) de enero de 2023, en el que se detalla que “La riqueza de los milmillonarios ha aumentado a un ritmo desconcertante. Desde 2020, con la pandemia y la crisis del costo de la vida, el uno por ciento más rico acaparó 26 billones de dólares (el 63% de la nueva riqueza generada), mientras que tan solo 16 billones de dólares (el 37%) llegaban al resto de la población mundial…; por cada dólar de nueva riqueza global que percibe una persona perteneciente al 90 por ciento más pobre de la humanidad, un milmillonario se embolsa 1.7 mdd. La fortuna de los milmillonarios ha crecido a un ritmo de dos mil 700 mdd diarios”.
La desigualdad y la pobreza se aceleran y alcanzan niveles de tragedia, pero hay altas posibilidades de que, dado tanto desastre, los pueblos comiencen a considerar que todos somos víctimas de una sociedad injusta y de los gobiernos que la dirigen y representan. No hay duda de que la causa está en la propiedad privada de la riqueza social, en la economía de libre empresa y libre mercado, los cuales determinan la concentración de la riqueza y no tienen mecanismos para atenuar ese proceso pernicioso. La causa concreta de la desigualdad y la pobreza radica en el capital hambriento de utilidades y ganancias.
Hoy es más urgente una reforma fiscal progresiva, mediante la cual paguen más impuestos los que ganan más; éste ha sido uno de los cuatro puntos fundamentales que el Movimiento Antorchista ha propuesto para lograr un México más igual y justo.
La concentración de la riqueza tiene un lado positivo, porque cuanto mayor sea esa concentración, más pequeña será la élite rica, más grande la masa proletaria y más cercano el momento de un cambio social; pero para avanzar hacia este cambio, sólo resulta indispensable la participación organizada y consciente de los pobres, de los desposeídos; por eso es hora de lanzarse a concientizar y organizar a las víctimas de la pobreza y desigualdad para formar una poderosa fuerza que cambie los destinos del mundo. Por el momento, querido lector, es todo.