Esténtor Político
Wuhan, China, la ‘zona cero’ de la pandemia, es hoy una ciudad que recuerda un confinamiento de 76 días como la única forma que tuvo para salvar la vida de una población de poco más de 11 millones de habitantes. El actuar de las autoridades chinas fue rápida y creó estrategias y estímulos económicos para mantener a las personas confinadas y sin morir de hambre.
Ante el repunte, las autoridades asiáticas se preparan para prevenir otra catástrofe, construyendo hospitales y áreas de aislamiento en tiempos récord y previendo las consecuencias económicas que se avecinan. China ha sido la única economía que ha logrado crecer y erradicar la pobreza extrema con un multilateralismo sin procedentes. Pekín gana terreno con un camino solido al socialismo moderno, con una globalización más equilibrada, benévola e inclusiva.
La pandemia no tiene distinción de clases sociales o raciales para contagiarse, pero si para recuperarse o en salvar la vida. Según datos de la Oxfam, un tercio de la población mundial (dos mil 700 millones) no ha recibido ningún apoyo monetario público para enfrentar la crisis económica derivada de la pandemia, agravando la situación de desigualdad y pobreza.
El mundo ha gastado 11.7 billones de dólares para enfrentar las consecuencias del COVID-19, de los cuales el 83% (9.8 billones de dólares) lo han gastado 36 países ricos frente al 0.4% (42 mil millones de dólares) que 56 países de bajos ingresos emplearon. Y 500 millones de personas trabajan menos o se encuentran sin trabajo por lo que se endeudan, pasan hambre y aumenta el rezago educativo de sus hijos.
Un grupo de economistas de las Universidades de Koc, Harvard y Maryland han examinado la distribución desigual de la vacuna y sus impactos económicos que tendrá. El resultado: si las personas de los países en desarrollo continúan sin trabajo por los cierres necesarios para controlar el virus, tendrán menos dinero y reduciría la demanda de productos y exportaciones, que a su vez, son generadores de empleos. Todo un ciclo de causas y consecuencias, que de no revertirse, llevaría a una crisis global de desempleo.
Muchos países en desarrollo, incluyendo Latinoamérica, podrán vacunar a la mayor parte de su población hasta 2024. Desgraciadamente, justo antes de la llegada de la pandemia, ya se cargaba con una deuda y un rezago económico que absorbió los ingresos gubernamentales y evitó una nueva reasignación de recursos para preparar hospitales con el material y equipo necesario para enfrentar la epidemia.
En México, el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha logrado, con su política de austeridad, la disminución de los ingresos públicos, evitando que se entreguen y fortalezcan nuevas medidas para un plan de reactivación económica pos-pandemia. Que sea capaz de volver a generar los empleos perdidos y evitar que se agudice la pobreza en una pobreza extrema, que a su vez genera nuevas complicaciones educativas, alimentarias, de salud, etc.
Con la negativa de impulsar el gasto público y reasignar presupuestos, el país juega con tener el déficit presupuestario más bajo entre las economías de América Latina. Aunado al mal manejo de la pandemia, el encierro podría prolongarse durante otro año, con la economía en el limbo y elecciones en puerta.
En el Censo de Población y Vivienda 2020 que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) ha dado como resultado una población de 126 millones 14 mil 24 de personas en todo el territorio mexicano. Ocupando el lugar número 11 en población a nivel mundial. Los nuevos parámetros funcionarán para crear las futuras políticas que urgen en el país y así cambiar la situación de pobreza y desigualdad entre la sociedad.
Desde el punto de vista profesional, podemos observar que el suministro de vacunas será prolongado y selectivo, sin una regularización. Y cuyo proceso será de uso electoral. Gravísimo que el propio gobierno sea el principal factor de inequidad cuando él debe ser neutral.
La educación, el trabajo, la vivienda y la salud deben ser prioridad de los gobiernos para llevar a las naciones a un desarrollo estable de crecimiento y de cooperación mutua como China, Rusia y Cuba han demostrado desde hace décadas, sin rivalidades y con un solo objetivo: el bienestar común e igual de sus gobernados.
Tanto países ricos como pobres hoy se enfrentan a un solo enemigo. Se deben romper las barreras de confrontación para abrir paso a una gobernanza económica y social global menos desigual. Por el momento, querido lector, es todo.