Esténtor Político
Las recientes declaraciones de la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena, sobre que “la gran tarea que tenemos por delante es impedir que la crisis sanitaria se transforme en una crisis alimentaria”, más las declaraciones que había realizado en el mes de febrero, donde aseguró que la cultura del privilegio había naturalizado la desigualdad y enfatizar que “La gente está cansada y que el modelo económico ya está agotado”, se vuelven vigentes tras la luz que que no vemos por ningún lado en el túnel, muy oscuro, de la política mexicana.
En el informe “Cómo evitar que la crisis del COVID-19 se transforme en una crisis alimentaria” se lanza un SOS y una advertencia de que por los efectos de la crisis de salud, se ha reducido el acceso y el alcance de los alimentos frescos y por otro lado se han disparado los precios de los mercados de cada país; el desempleo más la caída en los ingresos ha ocasionado que millones de personas busquen alimentos más baratos y de menor calidad para la nutrición; no le hace por ejemplo, que como en México, el mandatario morenista diga que hay que comer frutas frescas aunque no estén al alcance de los mexicanos.
En uno de los apartados “Alza de los precios locales de los alimentos”, se informa que el Coronavirus ha incrementado el riesgo de volatilidad de la trayectoria de los precios locales de alimentos, es decir que hay alza de precios en productos; incluso, más que el índice de precios del consumidor en casi todos los países, aumento que se dio, principalmente en marzo y abril, pero que también se repitió en mayo y en junio, aunque el estudio diga que fue principalmente en los primeros meses del confinamiento. El aumento ha sido más fuerte en Argentina (14.1%), Colombia (5.6%) y México (4.7%).
Y ahora que está de moda hablar de “decálogos”, aunque no todos deben ser absurdos y sin pies ni cabeza como el de AMLO, también en el informe se habla de algunas medidas. Tras señalar que frente a la fuerte caída del PIB, los ingresos y las remesas, y al aumento de la pobreza extrema, el hambre y los precios de los alimentos, la CEPAL y la FAO proponen un lista de medidas para impedir que la crisis sanitaria se transforme en una crisis alimentaria; con base en eso se proponen dos medidas urgentes: un bono contra el hambre en apoyo a la población en situación de extrema pobreza y acciones de apoyo financiero a productores agrícolas que incluye líneas de créditos y bonos de inversión productiva.
La pandemia del COVID-19 sin ha traído efectos sobre todas las actividades del sistema alimentario, desde su producción, transformación, distribución, la forma de comercializarlos y el consumo; y, sobre todo, a la hora de su accesibilidad por parte de miles de personas, ya sea porque aumentaron sus precios y no les alcanzan su economía o porque ya no tienen ese dinero para adquirirlos gracias a que perdieron su empleo y ahora el hambre y la miseria llegó a sus hogares para quedarse por tiempo indefinido.
Algunos funcionarios de organismos internaciones, como el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, han reaccionado de manera correcta y han resaltado la necesidad de que los países de América Latina, entre los que se encuentra México, deben atender y reaccionar inmediatamente para evitar una crisis alimentaria; sin embargo, en naciones como nuestro país, esas recomendaciones de políticas para sostener la demanda y administrar el comercio de alimentos durante la emergencia y para evitar que su prolongación conduzca a una crisis alimentaria, nomás no sirven por la soberbia y egocentrismo con que se gobierna.
La pandemia dejará al menos 16 millones de latinoamericanos más en la pobreza extrema. El llamado de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) está hecho, pero toca a las naciones reajustar sus políticas y sobre todo tomar en cuenta que el COVID-19 no desaparecerá en un abrir y cerrar de ojos. En Latinoamérica y el Caribe, donde según había un lento crecimiento económico, ahora el PIB se desploma en un 5.3%, la mayor caída en un siglo.
El “fantasma” del hambre amenaza a América Latina y es ya uno de los más grandes desafíos que tiene esta región del mundo. En México el hambre es la peor pandemia que haya existido y la gran tarea que tiene, no el mandatario morenista que está fracasando rotundamente, sino el todo el pueblo mexicano, organizado y educado, es evitar que AMLO siga llevando al país al desastre total; para eso vienen las elecciones del 2021 y es ahí, como primer paso, donde este gobierno morenista tendrá que ser derrotado. Morena debe quedar fuera del poder de la nación.
El clímax no político… Baja California Sur, Colima y Zacatecas son de los estados que menor número de muertes han tenido por el Coronavirus; así se explica por qué el primer estado reabrió el pasado lunes sus actividades al turismo, luego de que también había acatado las indicaciones federales.
Tanto así, que Luis Humberto Araiza, secretario de Turismo, Economía y Sustentabilidad (SETUES) de Baja California Sur dijo que el lunes 15 de junio era «un día de fiesta, de celebración para todos, Baja California Sur, incluido Los Cabos, está de regreso. Volvemos más fuertes, más seguros y más unidos que nunca”.
Lamentablemente eso no se puede decir en la Ciudad de México, Estado de México, Oaxaca, Guerrero o Puebla, donde los gobernantes han ensordecido totalmente para poder atender adecuadamente los contagios y las demandas de comida y empleo de millones de mexicanos. Por el momento, querido lector, es todo.