Esténtor Político
Los debates entre los candidatos a puestos de elección popular –principalmente a la Presidencia y gobiernos estatales– son obligatorios; y es lógico suponer que en ellos se discuta el contenido de los programas y las propuestas para resolver los problemas económicos, sociales y políticos de la población.
Sin embargo, desde hace al menos 25 años, los mexicanos no presencian debates que hayan cumplido estos requisitos; por el contrario, han observado encuentros frívolos, carentes de iniciativas viables y, en el mejor de los casos, resultan entretenidos, como si se tratara de un espectáculo circense.
Con ello se advierte con claridad la decadencia de la política en México. En un ensayo que hace dos años publicó en el diario estadounidense The New York Times, Diego Fonseca aseguró que la política mexicana había caído en el ‘terreno del freak show’; que el ‘mercado electoral del país’ era un espectáculo con necesidad de ‘personajes rimbombantes de Federico Fellini’; y que en las listas de candidatos resaltaban actores, luchadores, cantantes o influencers… este ‘circo prefigura un futuro desastroso para México’, pronosticó el analista.
El 17 de marzo, durante el primer debate chilango, los candidatos al gobierno de la CDMX dieron la razón a Diego Fonseca al convertir un ejercicio democrático en un show representado por la bolsa de palomitas con la que Salomón Chertorivski, el postulante de MC, observó el intercambio de acusaciones y chistoretes entre Clara Brugada, candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia, y Santiago Taboada, de la coalición Va x la CDMX.
Es cierto que durante el hilarante debate chilango los tres candidatos anunciaron algunas propuestas genéricas para atacar los grandes problemas de la CDMX; pero lo más relevante del duelo fueron frases como ‘tu hiciste esto’, ‘yo no hice eso’, ‘tú no cumpliste en tu delegación’, ‘yo te dije’, etc.; así como la ausencia de expresiones o análisis que mostraran al menos un nivel medio de conocimiento sobre los problemas cruciales de la capital de la República, contrario a las improvisaciones, generalizaciones y reacciones nerviosas.
Por ejemplo, Clara Brugada, cuyas respuestas agresivas son conocidas por sus seguidores, el domingo antepasado apareció como ‘corderita’, quizás con el propósito de confirmar el cobijo recibido de Palacio Nacional, porque sugirió que no desea incomodar a quienes en el Palacio del Ayuntamiento cuentan que Claudia Sheinbaum no ve tan mal a Santiago Taboada, porque la exdelegada de Iztapalapa no logra conectar con los electores de otras alcaldías de la CDMX. Sin embargo, se recuerda que a Taboada también lo ronda el fantasma del cártel inmobiliario de la Benito Juárez.
Nadie ganó el debate, que resultó un circo antes que un vehículo por el que se vertieran propuestas inteligentes y serias para resolver los graves problemas de la CDMX, entre los que destacan la inseguridad pública, el pésimo transporte público y la falta de agua, que si no se atienden seria e inmediatamente, desatarán una crisis mortal para los capitalinos. Pero sobre estos asuntos vitales para los capitalinos no hubo una sola propuesta viable.
Con este tipo de debates ridículos, la política nacional va en descenso, obstaculizando el avance de la sociedad mexicana hacia la creación de un sistema democrático en el que los candidatos sean ciudadanos bien preparados, con capacidad para proponer soluciones a los grandes problemas del país y la capital.
Entre los principales responsables de que en las dos últimas décadas la política mexicana se halla degradado están los partidos políticos, que carecen de candidatos con la mínima capacidad para formular propuestas congruentes con las necesidades básicas de la población y que para salir del paso recurren a chascarrillos, como los aspirantes al gobierno chilango.
¿Qué podemos esperar de un candidato que, en pleno debate, saca una bolsa de palomitas o de uno que llevaba más hojas que ideas y fue incapaz de hilar dos frases? Sin duda, a estos candidatos poco o nada les interesan los problemas de los capitalinos.
Es necesario que los votos se conviertan en un arma poderosa para la defensa de los intereses legítimos de la mayoría y que los aspirantes a puestos de representación popular sean personas preparadas, inteligentes, honestas, valientes y estén comprometidas con su pueblo para que, una vez electas, trabajen por el bien de éste. Los candidatos que contendieron el pasado 17 de marzo reprobaron el debate porque ninguno de los tres reunió tales atributos; y con ello permiten ver que el panorama es sombrío para la CDMX. Por el momento, querido lector, es todo.