Esténtor Político
Hace unos días, en Villa Benito Juárez, Macuspana, a unos 20 kilómetros de Tepetitán, lugar donde nació, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue abucheado y prácticamente salió corriendo de las tierras que lo vieron nacer y crecer; sus colaboradores más cercanos han dicho que en el retiro también fueron abucheados por habitantes de varias localidades por donde iba pasando el mandatario. A López Obrador parece que no le quedarán muchas ganas de volver a lo que él considera su bastión político.
Según los asistentes, AMLO había llegado muy contento a presidir ese acto donde anunció proyectos de urbanización y reunirse con pueblos originarios, pero el repudio de la gente fue tan grande que no pudo soportarlo y tuvo que acortar su discurso a unos 20 minutos, uno de los más cortos que ha dado junto con el que ofreció de 11 minutos de aquel 1 de junio de 2019 en el municipio de Yanga, en el estado Veracruz, donde pobladores lo calificaron de mentiroso, de que amenazaba y de que perseguía a las organizaciones sociales.
AMLO en Villa Benito Juárez se molestó porque, en un primer momento, no dejaban de reprobar la presencia y la mala administración de del gobernador Adán Augusto Villalpando Arias, en ese momento regañó a la multitud para que se callara; al presidente no le gustó tampoco que los «sancarleños» le hayan dicho en su cara que no hubo borrón y cuenta nueva y que todo fue un fraude.
En al menos tres ocasiones AMLO preguntó a su público y la respuesta de la gente fue negativa. ¿Hubo borrón y cuenta nueva?; el rechazo fue absoluto y total con un ¡Noooooooooooooo!; también al preguntar que si los estudiantes ya habían recibido su beca, la respuesta fue negativa y ahí dijo un «¿cómo que no» la han recibido?, la mentira es del demonio.
AMLO además de regañar a la población que va a sus eventos, quiere imponerse y obligar a los mexicanos a que digan que sí han recibido los apoyos, aunque en la práctica no hayan recibido ni un peso; los abucheos hacia AMLO en cualquier lugar que estos se den son, a todas luces, una manifestación de inconformidad de la gente, sean de la tercera edad, amas de casa, obreros, campesinos o estudiantes.
La experiencia popular, ya lo dijo en su momento: «no hay peor ciego que el que no quiere ver»; López Obrador no quiere ver su realidad y sigue creyendo que sólo él tiene la última palabra y que la realidad es como él quiere que sea, aunque fuera de su cabeza exista un tormenta social.
El clímax no político… El próximo 11 de marzo, al menos unos 25 mil mexiquenses van a protestar por las avenidas de Toluca; las razones, porque está ausente el apoyo de fertilizante y semillas subsidiadas a 80 mil campesinos del Estado de México; están pendientes el reconocimiento y apertura de seis centros de salud, uno en Ecatepec y cinco más en Nicolás Romero en beneficio de más de 50 mil personas; y no se han entregado las Claves de Centro de Trabajo para 12 escuelas, plazas y pago atrasado a 693 profesores y la rehabilitación de escuelas en Chimalhuacán dañadas por el sismo de septiembre de 2017
El gobernador mexiquense no es muy bien evaluado por sus gobernados y, prácticamente, desde el inicio de su administración, hace más de dos años, Alfredo del Mazo está enterado, por medio de sus colaboradores y directores de gobierno, de las problemáticas y necesidades que enfrentan día con día miles de mexiquenses; se sabe, incluso, que el no invertir en el campo, la salud y la educación tendrá como consecuencia que a sus gobernados los afecte más la pobreza, que de acuerdo el Coneval 2018, sufren más de siete millones 546 mil 500 habitantes del Estado de México.
Alguno de sus asesores debería recomendarle a don Alfredo del Mazo que no es muy buena idea dejar que un conflicto político crezca y menos con quienes sí le pueden armar una verdadera campaña de denuncia estatal y nacional. Por el momento, querido lector, es todo.