Esténtor Político
¿De rajas o de mole? de benditas a malditas redes sociales. Benditas porque lo llevaron al poder, malditas ahora por “quererme quitar del poder”. Es cierto que los miles o millones de seguidores que se tienen en Facebook o en Twitter, en las cuentas del Presidente o gobierno, no votarán en las próximas elecciones, que, debido a la pandemia, se le sumarán más estados de la República, como Hidalgo y Coahuila. Así, las elecciones de 2021 se convierten en la máxima disputa de cargos populares en todo el país, lo que definirá al próximo presidente de México y al partido que gobernará. La nueva forma de hacer política “ha revolucionado”.
El mundo virtual en el que nos hemos sumergido, es infinito. Va más allá de lo que nosotros creemos y pensamos. En la actual sociedad, las redes sociales han jugado bien su papel para llevar a personajes populistas al poder, como Jair Bolsonaro en Brasil, Donald Trump en Estados Unidos y como López Obrador en México; los tres grandes cánceres de América en toda su historia.
Las redes sociales han sido el canal entre sus emisores y sus receptores. Gracias a ellas, el gobierno ha controlado y manipulado la información a su antojo, con la sencilla razón de que, ahora, lo hacen con el dinero del erario público. AMLO y sus seguidores y “simpatizantes” ya no habitan espacios tan orgánicos como algunas otras figuras públicas donde el apoyo se ve y se nota. La convivencia sana ha perdido su encanto con una enorme cantidad de Softwares que generan “Bots” para linchar a quien ponga entre dicho lo que el jefazo dice.
El descontento múltifactorial que hoy se ve, es casi imposible de ocultar, y las redes sociales ya no hacen tan favorable el triunfo de Morena en las urnas. Los miles -ya no millones- de twits NO votan. México aún no está alfabetizado digitalmente, por eso, cuando existen ideas contrarias, no se busca la verdad y la realidad para hacer un balance y un contrapeso en lo realmente fáctico, dejándose llevar por dogmas y el fanatismo. Que es aún peor, porque no se razona.
La arrogancia de López Obrador ha matado a su propia gobernanza y ha abierto más la herida que el país tenía con sexenios pasados. Parece ser que lo que se prometió combatir es indeleble, pues, ha crecido más. Los hechos y acciones del presidente son una negación de ser un gobierno liberalista, al tratar de callar a sus críticos y opositores. Por lo tanto, el pragmatismo político lopezobradorista no puede instituirse en una verdadera democracia.
El rigor con que ahora se castiga o se denuncia al gobierno es sólo un cambio de rol de cómo el gobierno censura y reprime. En los tiempos de confinamiento, lo que tenemos para defender nuestros derechos, son las redes sociales. Pero, en las urnas, el voto popular es y será el más importante. Así como llegó López Obrador así se tiene que ir, “a Palenque” como él dice. Por el momento, querido lector, es todo.