Médicos de Nueva York detectaron un posible síntoma de COVID-19 que se sumaría a la fiebre, la tos y la falta de aliento, pues muchos de los pacientes que llegan a los hospitales presentan desorientación al grado de olvidar dónde se encuentran y en qué año viven.
Con ello, pueden vincular al nuevo coronavirus SARS-CoV-2 a las afectaciones en el cerebro y el sistema nervioso, ya que eso ya se observó con otros virus como el del sida, el VIH.
Los virus pueden afectar el cerebro sobre todo de dos maneras, explica Michel Toledano, neurólogo en la Mayo Clinic en Minnesota.
La primera ocurre por el inicio de una respuesta inmunitaria anormal llamada tormenta de citocinas, que provoca una inflamación del cerebro denominada encefalitis autoinmune.
La segunda se produce por una infección directa del cerebro, una llamada encefalitis viral. El cerebro está protegido por la barrera hematoencefálica, que se encarga de bloquear las sustancias intrusas, aunque en ocasiones puede fallar y dejar pasar alguna.
Algunos científicos sostienen la hipótesis de que la nariz podría ser la vía de acceso hasta el cerebro, ya que la pérdida de olfato es habitual para numerosos enfermos de COVID-19.
Pero esa teoría se ve debilitada por el hecho de que muchos pacientes que pierden el olfato no sufren graves problemas neurológicos.
La principal teoría es que el impacto en el cerebro es fruto de una respuesta inmunitaria excesiva, pero para confirmarla es necesario detectar el virus en el líquido cerebroespinal de un enfermo.
Según el 40% de quienes sobrevivieron al coronavirus sufren de problemas de desorientación y terminan acudiendo al nuerologo.
Se desconoce si esos trastornos son duraderos. El paso por la reanimación suele crear confusión en los pacientes, debido a los medicamentos que se les administran.
Finalmente, los neurólogo explicaron que, para los enfermos de COVID-19, el regreso a la normalidad suele llevar más tiempo que a quienes sobrevivieron a un ataque al corazón o un accidente cerebrovascular.