En América Latina, México ocupa el segundo lugar en crímenes de odio, después de Brasil, un dato duro, contundente y crudo de una realidad de falta de respeto a la vida y los derechos de los homosexuales y la comunidad LGBTTTIQA, sentenció el doctor Jorge Mercado Mondragón, académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Señaló que esa situación se refleja en que seis de cada diez personas no heterosexuales haya sufrido marginación en el último año, de acuerdo con cifras del Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Además de que entre 2013 y 2018 fueron asesinados 473 jóvenes gays y mujeres transexuales, un sector particularmente sensible, ya que la Comisión Ciudadana de Crímenes de Odio por Homofobia documentó que 55.2 por ciento de las víctimas pertenecía a esa categoría.
El profesor del Departamento de Sociología de la Unidad Azcapotzalco, destacó que la oposición de la sociedad patriarcal y heteronormada a todo aquello que se salga o se rebele contra la norma establecida genera conductas de aversión en espacios escolares, laborales y familiares, pero es el hogar donde este grave problema social y cultural se manifiesta con mayor frecuencia.
COVID-19 Y DISCRIMINACIÓN
Ante el contacto humano limitado por la pandemia del COVID-19 ha surgido en la sociedad todo tipo de expresiones racistas, clasistas, xenofóbicas, pero también de actos intimidatorios y de violencia brutal en contra de mujeres y miembros de los grupos LGBTTTIQA.
Debido al poco cambio en los parámetros culturales, este sector sigue siendo el chivo expiatorio al cual se culpa de las peores desventuras que ocurren e incluso –y por extraño que parezca– hasta de la misma pandemia, por lo que es vital y trascedente difundir que todas las formas de identidad sexual: heterosexual, bisexual, homosexual, lésbica, transexual, intersexual, transgénero y asexual, entre otras, tienen el mismo derecho a existir.
Mercado Mondragón añadió que la riqueza de una sociedad radica en la pluralidad y es en el núcleo familiar donde deben fomentarse la solidaridad y la empatía, reconociendo las diferencias, ya que esto es la condición mínima para una convivencia integra, saludable y de igualdad, pues “no debemos convertirnos en bárbaros ni verdugos de nuestro propio clan”.
“ El Estado mexicano debe establecer políticas públicas para que la transfobia, la bifobia y la lesbofobia desaparezcan en un país marcado por el ejercicio de una violencia normalizada en la vida cotidiana, en especial contra las mujeres y la comunidad de la diversidad sexual, concluyó” .