A pesar de los avances en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, todavía hay mucho por recorrer en los sectores laboral y educativo, así como en las responsabilidades domésticas, afirmó Gina Zabludovsky, académica de la UNAM.
Refirió que ambos deben combatir la igualdad de género; eso implica, ejemplificó, licencias de paternidad o no repetir prejuicios como “los varones no lloran”.
Al ofrecer la conferencia ‘Trazos de la lucha hacia la igualdad. Empoderamiento y participación de las mujeres en los ámbitos académico y laboral’, alertó que los rasgos de invisibilidad de ellas se reproducen en todas las esferas de la vida.
“En la historia, el trabajo femenino ha permanecido invisible; por ejemplo, el doméstico se nota solo cuando no se realiza, y eso se reproduce en otras actividades como en los puestos de dirección o cargos de poder político cuando aporta una idea y parece que nadie la escucha, hasta que esa expresión la menciona un varón; o al estar a cargo de las empresas familiares, ellas mismas señalan que no trabajan y solo ayudan al esposo o hermano”, indicó.
Zabludovsky Kuper destacó que el desempeño laboral de las mujeres es de aproximadamente 41%, pero también hay una segregación horizontal de las ocupaciones “femeninas” y “masculinas”.
Su presencia mayoritaria se registra en educación, salud, servicios personales y comercio; mientras que es mínima en construcción, agricultura o transporte. “La menor participación de las mujeres por estereotipos se vincula con las áreas donde son más abiertamente discriminadas”, sostuvo.
Roles asignados por género
Abundó que hay roles asignados a los géneros: para los varones existe una distribución homogénea de actividades como servicios, comercio, construcción, etcétera; en cambio, para ellas 50% se orienta a servicios comunales, sociales o personales, cuando lo deseable es que fuera una repartición más equitativa.
De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, 40% de las trabajadoras en América Latina labora en restaurantes, hoteles o son empleadas del hogar; su presencia también es notoria en salud, como médicas y enfermeras.
Dijo que en México, a medida que el salario es más alto, la presencia femenina se reduce en la pirámide organizacional. En más de cinco salarios mínimos, 72.35% son hombres.
Entre las compañías más grandes del mundo, únicamente 10% tiene una presidente o CEO; aquí también hay segregación horizontal, porque las ejecutivas son directoras de recursos humanos, relaciones públicas o comunicación, y muy pocas en las áreas de producción.
Aunque ha habido un cambio sustancial en lo laboral, la transformación más significativa es en la educación, sobre todo superior. En todos los niveles de escolaridad la presencia femenina está a la par que la masculina; “es un avance muy significativo de los últimos años”. Incluso, en la enseñanza superior ellas representan 54% del total.
¿Cómo llegar a la igualdad entre mujeres y hombres?
No obstante, una vez más, no ocurre así en todas las carreras. En las relacionadas con ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas disminuye drásticamente su intervención.
“Es muy importante influir en las opciones vocacionales de hombres y mujeres desde el bachillerato, o antes, para que las alumnas consideren ser ingenieras y los hombres enfermeros o pedagogos”, argumentó.
Para alcanzar una cultura de igualdad sustantiva se deben emprender acciones como contar con un marco jurídico nacional e internacional en materia de derechos humanos y de las mujeres, que se cumpla; destinar recursos para el desarrollo de políticas públicas con perspectiva de género, y mayor acceso a la enseñanza formal e informal.
Se requiere eliminar brechas que todavía existen, considerar inversiones estratégicas donde se incluya la erradicación de la violencia y prácticas discriminatorias, revertir la infrarrepresentación femenina en la ciencia, y asignar mayores recursos para que las niñas y adolescentes se interesen en la investigación, propuso.