Viña del Mar, la ciudad chilena que cada febrero – desde hace 61 años – estaba acostumbrada a brillar con su famoso festival, amaneció este lunes conmocionada tras una noche de extrema violencia.
La protesta llevaba días anunciándose en las redes sociales bajo el lema «Calles con sangre, Viña sin festival» y voces de distintos espectros políticos y sociales habían pedido al Gobierno cancelar el certamen para evitar situaciones de violencia.
Sin embargo, se decidió organizar un amplio dispositivo de seguridad y seguir adelante con el certamen en un aparente intento de mostrar cierta normalidad, después de haberse visto obligado a cancelar el año pasado por el estallido social de importantes citas como el Foro APEC, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP25) o la Copa Liberadores.
«Las autoridades se centraron en proteger la Quinta Vergara (el recinto donde se celebra el festival) y se olvidaron del centro. Dicen que vino mucho manifestante de Valparaíso, esos ‘cabros’ (jóvenes) sí que son duros», apuntó a Efe Jorge González, dueño de un puesto de periódicos cercano.
El Festival de Viña ha sido durante años el escaparate de la prosperidad y la estabilidad chilenas, pero anoche reveló la imagen de un país que está lejos de solucionar la grave crisis social en la que está sumido desde el pasado octubre, con una treintena de muertos y miles de heridos, además de acusaciones contra las fuerzas de seguridad por violaciones a los derechos humanos.
Más derechos, menos Festival
Cientos de personas se dieron cita la tarde del lunes en la Plaza Vergara para exigir la cancelación del certamen musical más famoso de Latinoamérica
«El país no está para celebraciones», era su consigna- y fueron dispersados con dureza por la Policía con gases lacrimógenos y camiones lanza-agua.
Los desmanes empezaron tres horas antes de que el puertorriqueño Ricky Martin inaugurase el certamen, cuando grupos de encapuchados incendiaron varios coches en el centro de la llamada Ciudad Jardín y atacaron el mítico Hotel O’Higgings, donde se alojaban artistas, periodistas y trabajadores del festival, que fueron desalojados por unas horas.
Construido a finales de la década de 1930, el imponente edificio es uno de los símbolos del festival y durante años fue el hospedaje oficial de los artistas. Por sus habitaciones han pasado estrellas como Raphael, Julio Iglesias o Luis Miguel.
«Llegó un grupo de encapuchados de no más de 30 años, empezaron a tirar piedras y rompieron todos los vidrios del hotel. Es lamentable lo que está pasando, esto es un festival de todos los chilenos», dijo a los medios tras el ataque el gerente del establecimiento.
También hubo incidentes en la estación de autobuses, saqueos en distintos comercios, entre ellos un concesionario de automóviles, y ataques al edificio de la Municipalidad.
Según los datos oficiales, la noche dejó una quincena de detenidos, más de 20 agentes heridos y al menos ocho vehículos completamente destrozados.
Mientras el caos reinaba en el centro de la ciudad balneario, a pocos metros Ricky Martin deleitaba a los 15 mil asistentes de un festival que no parece que las autoridades vayan a cancelar.