Amy Winehouse amaba el jazz y era, en esencia, una cantante de jazz. “Escucho la música de nuestro tiempo y me enfado”, decía Winehouse, que encontró en el jazz su refugio desde la adolescencia. “Diría que el jazz es mi lenguaje”, aseguraba la cantante.
La londinense creció escuchando y admirando a Ella Fitzgerald, Dinah Washington o Sarah Vaughan, y cantando las canciones de Frank Sinatra.
Aunque sus inquietudes musicales siempre fueron más amplias, y con sólo 10 años creó su propio grupo de rap, Sweet ‘n’ Sour.
Su paso al estrellato
Amy tenía por entonces 16 años y ya deslumbraba con su voz, que recordaba a las grandes del género que tanto admiraba. “Amy tiene la mejor voz para el jazz que nunca he escuchado en una cantante joven”, aseguraba Bill Ashton, su director musical.
El sueño de Amy era seguir la estela de los clásicos del jazz y aquel mismo año se unió a algunos de sus compañeros para realizar una gira por varios clubs de jazz británicos, y su voz, tan alejada de lo habitual, no tardaría en llamar la atención de la industria.
Fue a través de otro amigo, Tylor James, con una maqueta con alguna de sus canciones que llegó a la oficina de representación Brilliant! y firmó su primer contrato musical en junio de 2001.
Tenía 17 años, y ya estaba destinada a ser la gran diva de la música británica.
Deslumbrante debut
Aquellas primeras grabaciones de Amy llegaron a Island Records, la filial británica de Universal, y la discográfica no tuvo dudas en fichar a la joven, que en octubre de 2003 publicó ‘Frank’, su aclamado álbum debut, producido por Salaam Remi, y que fue un éxito absoluto en el Reino Unido.
La crítica musical se rindió a los pies de aquella debutante, a la que no dudaron en equiparan con las grandes divas del jazz, y ‘Frank’ llegó a estar entre los más venidos, logrando tres discos de platino, además de recibir dos nominaciones a los Brit Awards como mejor solista británica y como mejor artista de música urbana.
Por aquel primer trabajo, Amy Winehouse también optó al Mercury al mejor álbum británico, y ganó por primera vez el premio Ivor Novello a la mejor canción contemporánea, por ‘Stronger than me’, su primer single.
El título del álbum pasa por ser un homenaje a su admirado Frank Sinatra, aunque sin duda es la mejor descripción de las letras de las canciones de Amy Winehouse, que aseguraba que no escribiría nada que no fuera muy personal porque no sería capaz de contar bien una historia que no había vivido.
Triunfando en los Grammy
Después de su estelar debut, las expectativas eran enormes ante un segundo trabajo, pero Amy Winehouse dejó de componer, y tal y como ella misma confesaría, dedicaba sus días a “jugar al billar y a beber”. Fue entonces cuando conoció a Blake Fielder-Civil.
“Me enamoré de alguien por quien daría mi vida. Estábamos juntos y estábamos enamorados y eso es como una droga real”, dijo Amy, que en efecto encontró en Blake a la mayor de todas sus adicciones.
Eran inseparables, y tras su primera ruptura, en el verano de 2005, Amy se sumió en la depresión y el alcoholismo.
Su ansiado segundo álbum, ‘Back to Black’, publicado en octubre de 2006, es, canción por canción, el reflejo de la destructiva relación de Amy Winehouse con Blake Fielder-Civil.
“Cuando escribí la primera canción sobre Blake, las otras salieron solas”, aseguró la artista, que no habría escrito ‘Rehab’, su mayor éxito, si hubiera accedido a acudir a rehabilitación para superar aquella etapa, como le pidieron desde la discográfica.
Su terapia fue la creación del disco que la convirtió en estrella mundial.
Éxito total
Viente millones de copias la coronaron como la nueva diva del soul, en una evolución musical del jazz al soul y el r&b bajo la producción de Salaam Remi y Mark Ronson que la llevó al tercer puesto de las listas británicas en la semana del lanzamiento del álbum, que fue el más vendido en 2007 en Reino Unido y el segundo a nivel mundial.
‘Back to Black’ es probablemente el primer gran clásico del siglo XXI, además de uno de los discos de mayor éxito de la historia de la música británica, y por aquel trabajo a Amy le llovieron los premios: entre ellos, el Brit Award a la mejor cantante británica. También se llevó dos Ivor Novello a la mejor canción contemporánea, por ‘Rehab’ y ‘Love is a Losing game’.
Gracias a aquel disco, Amy Winehouse fue la gran triunfadora de la 50ª edición de los premios Grammy, al conseguir cinco de los seis galardones a los que optaba: a la grabación del año y a la canción del año, por ‘Rehab’, además de los premios como artista revelación, mejor álbum de pop vocal y mejor artista pop femenina. Sólo se le escapó el premio al álbum de año.
Protagonista de continuos escándalos que acaparaban las portadas de los tabloides británicos, Amy Winehouse vivió su gran noche vía satélite desde los Riverside Studios de Hammersmith, en Londres, ya que le había sido denegado el permiso para viajar a Estados Unidos.
El declive de la estrella
El éxito de ‘Back to Black’ convirtió Amy Winehouse, que siempre temió a la fama, en la nueva diva del soul, un auténtico icono capaz de deslumbrar sobre el escenario, pero también de todo lo contrario, y mientras su figura musical no dejaba de crecer y ser reconocida, con números 1 en medio mundo, su vida personal era un auténtico torbellino.
Su matrimonio con Blake Fielder-Civil en 2007, del que se divorció dos años más tarde, empeoró la situación y los escándalos fueron constantes, un “espectáculo” al que los medios dedicaron más atención que a sus éxitos musicales, que continuaban gracias a la reedición de ‘Black to Black’ en un doble álbum.
Amy dejó para el recuerdo actuaciones memorables y otras bastante desastrosas, claramente afectada por el alcohol y las drogas, como la última, la del fallido concierto de Belgrado apenas un mes antes de su muerte, cuando fue evidente que ni quería ni podía estar sobre un escenario, preludio del final de una cantante víctima durante años del alcohol, las drogas, la depresión y la bulimia, y de un entorno que no supo protegerla.
Calumniar su nombre se había vuelto aceptable, como asegura Zalon Thompson, uno de los coristas que compartieron escenario con Amy Winehouse durante su carrera, en el documental ‘Amy: la chica detrás del nombre’, ganador del Oscar en 2016, que refleja a “una chica normal” que “se encontraba cada día con críticas” de las que “no podía escapar”.
La tarde del 23 de julio de 2011, Amy Winehouse falleció en su domicilio de Camden Square, un suceso que no sorprendió pero que conmocionó al mundo de la música y al barrio que la convirtió en su mayor icono.