La exposición permanente a altos niveles de contaminantes en el aire, como partículas menores a 2.5 micras (pm2.5) y ozono, pone en riesgo la vida y la salud neurológica de niños y jóvenes en la Ciudad de México, y pudiera dar inicio a la enfermedad de Alzheimer desde la infancia.
Un estudio publicado en Environmental Research (edición de abril), revisó 134 autopsias de residentes urbanos, de entre 11 meses y 30 años de vida, y halló dos indicadores de la enfermedad en 133 de las autopsias.
El estudio también encontró en el cerebro la presencia de nanopartículas fruto de la combustión, que contienen sustancias tóxicas como metales, que generan una respuesta inflamatoria, cuya prolongación en el tiempo altera el funcionamiento celular y la comunicación en el cerebro, causando neurodegeneración.
Lilian Calderón-Garcidueñas, autora principal del estudio, investigadora de la Universidad de Montana, Estados Unidos, y de la Universidad del Valle de México señaló que las causas de muerte de las personas incluidas en la investigación fueron accidentes, suicidio u homicidio, y las autopsias se realizaron de manera consecutiva, es decir, no seleccionadas, y en 99.25 por ciento de los casos se identificó Alzheimer.
El estudio también identificó individuos con el gen APOE4, que predispone al desarrollo de la enfermedad.
“Quienes tenían el gen evidenciaron una aceleración de los marcadores de Alzheimer y mayor riesgo de cometer suicidio, probablemente debido a esa aceleración”.
Necesario reducir la contaminación
La también, especialista en anatomía patológica, neuropatología y patología ambiental, Calderón–Garcidueñas ya había demostrado en otro estudio publicado en 2019 en el Journal of Alzheimer’s Disease, que la exposición continua a los contaminantes atmosféricos afecta el rendimiento cognitivo de más de la mitad de los jóvenes residentes en ciudades mexicanas.
Ese trabajo reveló que de 571 participantes con 21 años de edad en promedio, a quienes se suministró un test conocido como Evaluación Cognitiva de Montreal (MoCA, por sus siglas en inglés), 66 por ciento presentó algún grado de deterioro cognitivo evidenciado en la capacidad de atención y concentración, las funciones ejecutivas, la memoria a corto plazo, el lenguaje, el razonamiento conceptual, el cálculo y la orientación espacial.