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Hambre emocional: cuando las emociones te hacen comer en exceso

En momentos complejos o ante las dificultades del día a día, ciertas personas buscan alivio en los repentinos antojos que les invaden. Se le llama hambre emocional.

Y es importante que los profesionales médicos identifiquen cuando alguien está comiendo excesivamente y por impulso como una forma de calmar, aunque sea por unos instantes, emociones negativas como el estrés, la ira, el miedo, el aburrimiento, la tristeza y la soledad, ya que así se les puede brindar la atención y el acompañamiento apropiados.

“Si bien no es una adicción al alimento, porque ése es un término que se ha debatido mucho, sí hay áreas del cerebro que están involucradas, y que es conveniente tener consciencia de esto porque los pacientes se culpan”, expresó en entrevista el psiquiatra Héctor Esquivias.

Y añadió: “Creen que se trata de una capacidad que tuvieran que tener. Los pacientes habitualmente dicen: ‘Es que no tengo fuerza de voluntad’. Quiero aprovechar para poderles decir que hay una parte biológica que les demanda la ingesta del alimento, y que puede haber una mejoría”.

El hambre emocional, contó Esquivias, por varios años investigador adscrito a la Clínica de Obesidad y Control de Peso del Hospital General Dr. Manuel Gea González, es uno de los cuatro fenotipos en los que se clasificó a las personas con obesidad en un estudio de la Clínica Mayo.

Es decir, mientras algunos lidian con esta enfermedad por falta de control frente al alimento -cerebro hambriento- o porque el apetito es constante -intestino hambriento-, además de los que no consiguen quemar suficientes calorías, un cuarto escenario es el de las personas que comen como reacción al malestar emocional.

“Es un tipo de paciente que, asociado a nerviosismo, ansiedad o depresión, se dirige de manera compulsiva a comer, con una dificultad para controlar el impulso, para controlar los antojos”, refrendó Esquivias, enfático en cuanto a que ajustar la intervención médica al fenotipo específico hace que el tratamiento tenga mejores resultados.

“Existe la Naltrexona y Bupropión, una combinación de un medicamento que se emplea para adicciones y uno de efecto antidepresivo, que es útil para el paciente con hambre emocional”, destaca el psiquiatra, con la intención de disminuir el estigma hacia el uso de psicofármacos.

En otras palabras, de lo que se trata es de incidir en esa parte emocional y de satisfacción por comer, en donde está presente la llamada ‘vía mesolímbica’, uno de los principales circuitos dopaminérgicos cerebrales.

“Haz de cuenta que es una carretera que se activa entre experiencias placenteras, donde se libera dopamina, y que involucra áreas del cerebro que generan una compulsión por el alimento de manera similar a lo que sucede con la adicción a cualquier sustancia”, expone Esquivias.

“Mi opinión es que se trata de una compulsión. La obesidad no está ahora considerada como un diagnóstico psiquiátrico, y muy probablemente no lo llegue a estar nunca. Pero sí comparte vías neurobiológicas (con las adicciones)”, agregó.

¿Cuáles son las causas de esta hambre emocional?

Hay factores genéticos, hay polimorfismos (variantes genéticas en la secuencia de ADN) que están relacionados con receptores de dopamina, que confieren a las personas que tienen estos polimorfismos una mayor sensibilidad a la recompensa. Es decir, que cualquier experiencia que les recompense, que les sea placentera, lo van a sentir con una mayor intensidad.

Foto: Cuartoscutro

Quienes tienen estos polimorfismos que confieren una mayor sensibilidad a la recompensa, tienen un mayor riesgo de desarrollar conductas adictivas a lo que sea: juego patológico, ingesta de alimentos, adicciones a la sustancia que quieras.

Sin embargo, continúa el psiquiatra, las causas no se reducen sólo a ello, sino que también hay factores psicosociales como el fenómeno denominado “consciencia interoceptiva deficiente; es decir, que el paciente puede confundir cierto malestar físico, y atribuirlo a que es hambre”.

Y tampoco se pueden obviar los elementos de crianza y culturales, como que los entornos familiares y de convivencia usualmente giran alrededor de la comida.

“Entonces, una persona puede tener los polimorfismos genéticos, pero además si hay estos factores psicosociales, puede desarrollar o presentar ingesta emocional”, remarcó Esquivias, quien a partir de su experiencia en la clínica de obesidad y control de peso comprendió que no podía obviarse la dimensión de lo psicológico.

De ahí que en las nuevas guías mexicanas para el tratamiento del sobrepeso y la obesidad en adultos, publicadas el 2 de octubre pasado en Current Obesity Reports con cerca de 40 coautores de diferentes instituciones, países y especialidades, figure la psicoterapia como un pilar para el manejo efectivo.

“No significa que todos los pacientes con obesidad tengan que estar en terapia; habrá algunos pacientes que lo requieran, y otros que incluso necesiten atención especializada en psiquiatría. Porque casi el 40% de los pacientes con obesidad tienen depresión o ansiedad que requiere tratamiento farmacológico”, precisó Esquivias, cuyo aporte a las guías como coautor es lo referente al acompañamiento en salud mental.

“Sobre todo mediante terapia cognitivo conductual, que es la psicoterapia que ha demostrado mayor efectividad para la pérdida de peso”, abundó.

Afortunadamente, concluyó Esquivias, la atención de pacientes con obesidad atraviesa por un cambio de paradigma donde ya no se persigue un ‘peso ideal’, sino un peso saludable, que además de la disminución de comorbilidades, permita que los pacientes estén satisfechos con su apariencia y emocionalmente contentos.

Freno al antojo

Si percibes que el hambre que te suele invadir radica en emociones negativas más que en un apetito genuino, hay algunas cosas que puedes intentar.

  • Lleva un diario: Anotar lo que comes, cuánto y cuándo lo haces, y cómo te sientes al comer, puede ayudar a detectar patrones que revelen la conexión entre el estado de ánimo y la comida.
  • Domina el estrés: Si el hambre emocional es producto del estrés, una opción es practicar yoga, meditación o respiración profunda, entre otras técnicas.
  • Evalúa: ¿Tu hambre es física o emocional? Si comiste hace sólo unas horas y el estómago no te hace ruido, es probable que no tengas hambre. Dale tiempo al antojo hasta que pase.
  • Círculo seguro: Contar con una red de apoyo, ya sea con familiares, amigos o en algún grupo de ayuda, provee un soporte valioso.
  • Evita aburrirte: Busca formas de distraerte cuando sientas la necesidad de comer sin tener hambre. Se vale salir a dar una vuelta, jugar con tu mascota o hablar con amigos.
  • Elimina la tentación: Mantén lejos de casa esos alimentos poco sanos, pero que resultan reconfortantes en los momentos difíciles cuando ataca el antojo.
  • Prohibido privarse: Abstenerse por completo de cualquier gusto puede hacer que aumenten los antojos como respuesta emocional. Permítete alguno de vez en cuando, pero intenta variarlos.
  • Opta por lo saludable: Ante el impulso irrefrenable de comer, elige frutas, verduras con un aderezo bajo en grasa, nueces o palomitas naturales. Intenta versiones bajas en calorías de tus alimentos favoritos.
  • Aprende de los errores: Luego de un episodio de alimentación emocional, no te quedes en la culpa. Trata de aprender de la experiencia, y enfócate en prevenirla en el futuro. Concéntrate en los cambios positivos que estás haciendo en tus hábitos alimenticios y date crédito por ello.

Con información de Clínica Mayo y Reforma

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