La coordinadora de Enseñanza Quirúrgica en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, de la UNAM, Ana Paola Velasco Espinosa, afirmó que no hay razas agresivas de perros y que “eso es un mito”. La agresividad de un animal depende de los humanos que promueven ese comportamiento.
Como tutores, señaló, debemos saber qué personas somos para el perro que tenemos.
“Siempre recomiendo -cuando van a adquirir o adoptar un animal de compañía- que se acerquen al médico veterinario; nosotros tenemos conocimiento de los grupos de razas, y sabemos si son adecuadas para el tipo de vida y el carácter de cada persona; por ejemplo, hay quienes tienen el carácter suficiente para dominar a un perro dominante”, dijo.
De igual modo, dijo, se requiere considerar las enfermedades más comunes: infecciosas, de origen bacteriano o viral, como bordetelosis (inflamación de vías respiratorias superiores), y parasitosis. En el caso de las hembras, también se presentan problemas asociados a la producción hormonal, de útero, ovarios, glándula mamaria o neoplasias.
La experta llamó la atención acerca de las razas que se ponen de “moda”. Ese el caso de los Husky o los Alaska Malamute, pero hay que preguntarse si es adecuado que vivan en lugares con climas calurosos; la respuesta es que no necesariamente.
También hay que tomar en cuenta los cuidados adicionales que requieren ciertas razas, por ejemplo, Shar Pei. “Debemos ver qué hay más allá de que un perro sea bonito; los Pug pueden presentar problemas de respiración”.
Por eso, argumentó, es importante acercarse a un médico veterinario que brinde orientación respecto a esos temas, incluso cuando se trata de la adopción responsable de uno sin raza específica, mestizo, para determinar si es un buen candidato para determinada persona o familia.
Aunque los refugios son importantes para ayudar a controlar el problema de la presencia desmedida de perros en las calles, esa no es la solución, destaca Ana Paola Velasco. Se debe fomentar la cirugía de esterilización para los perros de compañía y como una medida efectiva de control de la población canina sin hogar.
Además, ese procedimiento trae múltiples beneficios. Luego de subrayar que es un mito que se debe dejar a las hembras tener por lo menos una camada para poder esterilizarlas, la experta explica que esa cirugía disminuye la posibilidad de presentar tumores de glándula mamaria, patologías ováricas (tumores, quistes), neoplasias y acumulación de líquidos anormales en el útero, etcétera.
En los machos, con la castración disminuyen los problemas de próstata y los tumores testiculares, incluso hay beneficios en la conducta. Al disminuir la cantidad de hormonas que se producen, se contribuye a que el animal sea menos territorial y más controlable sin importar su raza. “Hay que derribar mitos como que la cirugía produce obesidad o cáncer”. En realidad, se prolonga su vida, puntualiza.
De acuerdo con la Primera Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (ENBIARE, 2021), 73.4% de la población adulta en áreas urbanas y rurales declaró cohabitar con animales de compañía. Además, en 69.8 por ciento de los hogares se cuenta con alguno de estos, los cuales alcanzan la cifra de 80 millones: 43.8 millones son caninos, 16.2 millones felinos y 20 millones de otras especies.