En México no podemos saber qué pescado comemos con certeza.
Lo anterior ocasiona que cualquiera pueda ser engañado y recibir #GatoXLiebre en supermercados, pescaderías o restaurantes.
El informe “Gato x liebre: Detectives del fraude” de Oceana, evaluó la sustitución de especies marinas para el consumo humano y encontró una sustitución de hasta el 59%.
La sustitución de especies sucede cuando venden una especie de menor valor como más cara; nos dan una especie de importación o acuicultura como si hubiese sido capturada en mares mexicanos; nos venden especies en peligro o capturadas ilegalmente.
Ante este escenario, Mariana Aziz, directora de Transparencia en Oceana, recordó que desde 2019 se trabaja en la Norma de Trazabilidad de Pescados y Mariscos, pero el proceso de aprobación está en manos de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) y no ha avanzado, por lo que hizo un llamado a Octavio Almada, titular de esta dependencia, a aprobar esta norma que podría dar fin a que nos den #GatoXLiebre.
El aprobar esta norma aseguraría que comunidades pesqueras tuvieran acceso a mercados internacionales; compitieran en condiciones justas en marcados nacionales, cerraría la puerta a la pesca ilegal y evitarían sanciones internacionales como la que actualmente sufre nuestro país.
Pescado chino por mexicano
En esta edición del informe, ciudadanos enviaron a Oceana muestras de pescado que compraron en distintos establecimientos para ser analizadas.
La sustitución general en pescaderías, supermercados y restaurantes de la CDMX y Mérida fue de 37%; en restaurantes de 40%; en pescaderías de 54% y supermercados de 11%.
El reporte identificó tiburón puntas negras, tiburón gracil, y tiburón azul vendidos como ‘cazón’ y bacalao. Basa, pescado importado principalmente de Vietnam y China, se vende como corvina y lenguado, especies de pesca silvestre y nacional. El huachinango fue sustituido con bagre, especie con valor económico hasta tres veces menor.
La sustitución de especies afecta a consumidores por la falta de información para decidir sobre las especies que consumen; a comunidades pescadoras mexicanas que pierden espacios en el mercado porque se comercializan especies de importación como si fueran especies capturadas en mares nacionales; y al océano porque al desconocer qué especies son las que se están capturando, ponemos en peligro los esfuerzos de conservación.