Esténtor Político
En su poesía ‘Esperanza’, el poeta alemán Friedrich Schiller escribe los siguientes versos: “Preocúpase el humano siempre de un fin futuro, y discurre sobre él, cierto y seguro, de que al fin llegará. ¡Delirio vano! En encontrar se empeña, la hermosa realidad de lo que sueña; y corre sin reposo en pos de aquello en que se ve dichoso. Rejuvenece al mundo envejecido; y ante esa perspectiva, arde en deseo fuerte, arde en un ansia viva, de mejorar su suerte”.
Y efectivamente, el ser humano siempre está pensando en lo que será su futuro; y también piensa cuál será, en ese futuro, sus objetivos, sus metas; busca sus sueños y busca también en este transe por la vida terrenal, mejorar su suerte; tiene la esperanza de que así suceda. Pero amigo lector, como esta no es una columna especializada en poesía si no en tratar de comentar y analizar los hechos y la realidad, entremos en materia.
Hace unos días Antonio Guterres, secretario General de la ONU, al abrir la 76 sesión de la Asamblea General fue muy enfático al señalar que por la pandemia de COVID-19, la crisis climática y las amenazas a los derechos humanos, el mundo se encuentra “al borde del abismo”. No es la primera ocasión que desde la ONU se lanzan advertencias que han sido bien pensadas y analizadas, basadas siempre en los hechos que a diario se observan en los países y que sin duda llegan a un juicio correcto sobre lo que se podría desencadenar.
Textualmente, Guterres dice: “Estoy aquí para dar la alarma, el mundo debe despertar. Estamos en el borde de un abismo y caminando en el dirección correcta. Nuestro mundo nunca ha estado tan amenazado ni tan dividido”. ¿Qué ser humano que no pertenezca a la clase pudiente puede estar en contra de esas palabras? Prácticamente nadie, porque en la inmensa mayoría de los países los trabajadores del planeta saben de ese abismo, de las amenazas y de la división, muy profundas por cierto.
El mismo organismo dijo a principios de este 2021 que la pobreza generada por todo el escenario de pandemia no es nueva y se ha venido agudizando; con datos documentados se ha asegurado que en 2019 la cifra de pobres en el mundo rebasaba los mil 300 millones de personas que vivían por debajo de 1.90 dólares al día, vaticinó que con la pandemia en el 2021 serían más de mil 500 millones de personas en situación de pobreza. “Son pobres en todos los sentidos”.
Sin embargo, entre las problemáticas que dividen al mundo se encuentra la gran brecha existente entre ricos y pobres, la impactante digitalización y los grandes errores al ‘agredir’ a la naturaleza que alteran el clima y los grandes atentados contra la paz. Todos ellos, los cánceres en las que se viene consumiendo el mundo para acabarse hasta llegar a la muerte; pero, por otro lado, el máximo mandatario de la ONU no señala directamente a los culpables, por ser ellos los dueños del gran capital que rige al mundo y solo son llamados para dejar las acciones a la suerte de los habitantes del mundo.
Y es cierto que vivimos “un infierno en la tierra”, porque las condiciones de vida no son las aptas para sobrevivir a la creciente de necesidades que tiene el ser humano, ya sea por la falta de dinero o porque los recursos naturales de los que dispone no son propios del hombre y sean de dueños de algún monopolio con los que genera su riqueza. A eso, las consecuencias de hambre y miseria se vuelven cada vez más agudas, pues esa misma explotación del mundo crea la enorme contaminación que está acabando con nuestro entorno y las catástrofes climatológicas son cada vez más devastadoras para los más pobres de la tierra.
La culpa nunca la reparten entre los poderosos, la reparten, siempre, entre los pobres con el simple hecho de que se contamina al medio ambiente cuando lo producido por grandes fábricas -en cuanto a deshechos y productos para su uso- no se comparan con lo que un pequeño campesino produce en el campo al utilizar carbón para cocinar sus alimentos.
Sin duda la crisis alimentaria viene de la mano con la explotación de los recursos naturales, porque el futuro que viene dispone de ellos para avanzar en la nueva era, pero a costa de ello se destruye el presente y se despoja a los humanos de sus lugares de residencia. Con ello actúa detrás el gran capital; en América Latina y en todo el mundo lo hemos visto con la generación de guerras con la justificación del combate al terrorismo internacional.
En su último informe el Banco Mundial revela que las olas migratorias en la mayoría de los países se debe a la falta de servicios básicos en sus países de origen, entre los que se encuentra la falta de agua potable, algo con que cualquier ser no podría vivir, y por lo tanto la carencia lleva a la búsqueda sin importar el abandonar su hogar o sus lugares de origen.
Es así como después de los llamados de los organismos internacionales se vuelven palabras huecas cuando no se nombran las acciones muy concretas a realizar y tampoco se nombran a los verdaderos culpables. Solo los pueblos unidos pueden cambiar su situación y parar los atropellos que el capitalismo salvaje viene generando para afianzar su sobrevivencia, incluso si para eso necesita matar a millones sobre la tierra.
La unión podrá acabar con los espejismos del imperialismo que “nos llevan al abismo” en el que el hombre se vuelve depredador de su misma especie en la búsqueda de su salvación. Necesitamos salvarnos a todos, sin importar razas, color de piel, creencias, preferencias sexuales, etc. Un mundo más justo está en nuestras manos; y sí, el mundo debe despertar, todos los mexicanos debemos despertar y corregir el rumbo de nuestro única patria y de nuestro único planeta. Por el momento, querido lector, es todo.