A la que el “Otro Sonora ¡Ya!” no le salió como lo prometió, fue a la gobernadora Claudia Pavlovich. La promesa de su eslogan de campaña se le cayó al suelo y la COVID-19 vino a darle la puntilla; al menos para el pueblo más humilde y para un gran sector de la clases media y media baja, Sonora es un desastre, es el Sonora de la “nueva normalidad”, lastimada, enferma de COVID-19 y de muchas otras enfermedades: sin empleo, con hambre y sin visos de recuperación en años.
Eso sí, la gobernadora priísta aparece ubicada formalmente entre los mejores gobernadores del país; sin embargo, ha recibido fuertes críticas de maquillar su imagen pues la cantidad de personas en pobreza se ha duplicado en poco tiempo en esa entidad, rebasando ya más de un millón 700 mil personas en esa situación; hay también quienes comentan que la priista anda algo preocupada porque ella está en la lista de las que pudo haberse beneficiado con los sobornos de Odebrecht, pues fue una de las legisladoras que promovieron la privatización del sector energético con la reforma de Peña Nieto.
Pues ahora, su proyecto no ha sido capaz de proteger a su población contra cualquier crisis ni contingencia y aunque se adelantó a tomar medidas contra la pandemia, antes incluso que el gobierno federal, al final ha terminado por acatar las irracionales medidas con que López Obrador obedece a Trump, como la de cambiar por decreto los colores de su semáforo de rojo a naranja, en favor de las grandes empresas trasnacionales.
Y sobre todo, Claudia Pavlovich ha renunciado prácticamente a encabezar la acción y la reacción sociales contra la enfermedad, dejando cómodamente, como tantos otros gobiernos, la responsabilidad de las consecuencias a la miseria y al hambre de su pueblo. Hay que recordar también que, antes de esta tragedia, literalmente la población rechazó casi totalmente su administración en la última votación, en 2018, en la que no pudo hacer mucho ante el tsunami de descontento popular que llevó a Morena a arrebatarle al partido de la gobernadora casi todas las alcaldías y diputaciones locales y federales de Sonora: fue otra caída estrepitosa.
Estos resultados ya serían suficiente entre una población consciente para no volver a votar por un personaje con las características de ella; sin embargo, Claudia Pavlovich parece no tomar esto en cuenta y ya suena el «run run» de que terminando su gubernatura se quiere lanzar en pos de una senaduría y tal vez, de la grande. No es difícil suponer que luego del descalabro electoral del 2018 y del desprestigio en que ha caído su partido por el fracaso ante el coronavirus le será muy difícil remontar en la preferencia.
Pero ella parece apostarle a la poca memoria del colectivo sonorense y a la falta de educación política de su bravío pueblo. Da la impresión de que supone que con un poco de campaña electoral bien hecha podrá lograr su cometido; pero ya el descontento popular se manifestó una vez con ese juicio electoral totalmente desfavorable para la ‘güera del Noroeste’. Los que tampoco le ayudan son los integrantes de su gabinete, que de acuerdo a las quejas de diversos sectores del pueblo no le cumplen sus compromisos y promesas, y nuestros contactos mencionan el caso del subsecretario de Concertación Social, Pascual Soto Medina, de la Secretaría de Gobierno, a quien ya se le ve en precampaña, muy sonriente, visitando barrios que nunca en su vida de funcionario había pisado, pero que justo antes de que se definan las candidaturas anda queriendo pintar de azul el mar.
Soto Medina, comentan, es el ejemplo de funcionario que no cumple, pero que sí reparte graciosas sonrisas a diestra y siniestra. Y a quienes tampoco cumple el gobierno de Pavlovich es (¡claro, adivinó usted bien!) a los antorchistas, quienes desde que inició la pandemia señalaron la insuficiencia de los apoyos alimentarios del gobierno estatal y hoy siguen, junto con decenas de miles de familias, en el abandono. Por cierto, la población sonorense y de varios estados del norte del país el pasado martes 14 de julio lograron colocar como tendencia el hashtag (HT) #PavlovichNoJalaConLosHumildes y parece que muy pronto arrancará una campaña de apoyo nacional para denunciar a ese mal gobierno, ojalá y alguien le diga a doña Claudia que «no está el horno para bollos» y que México y Sonora no necesitan más gasolina.
El clímax no político… Y por si no fuera suficiente, parece que Pavlovich deja que en los hospitales de su estado hagan lo que quieran y se deja morir a los sonorenses. Nos enteremos que en Guaymas, en las afueras del Hospital Semeson, falleció el señor Alberto Moroyoqui, que había acudido al nosocomio para que fuera atendido porque presentaba síntomas de COVID-19.
Después de que los familiares de don Alberto estuvieron por más de dos horas en espera para ser atendidos, con la esperanza de que de un momento a otro lo ingresaran al hospital, cuando personal salió a «atenderlos» y a supuestamente “revisarlo”, sólo fue para decir que «no lo podían atender porque no había cupo»; minutos después don Alberto falleció a la vista y lágrimas de sus familiares y ante la indiferencia del personal del Centro de Salud.
Familiares de algunos enfermos y de gente que ha solicitado atención, nos envió imágenes con cartulinas pegadas en los ingresos del hospital donde se asegura que “No hay consultas. No hay más espacio para pacientes. No estamos recibiendo ambulancias” y que no están atendiendo urgencias; eso sí, la priista-morenista, Claudia Pavlovich, ya aceptó pasar del semáforo rojo a naranja, ya aceptó que los habitantes de esa zona de Sonora, vean morir a sus familiares sin brindarles la más mínima atención médica. Por el momento, querido lector, es todo.