La crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, que hasta hace unos días había provocado la muerte de más de 15 mil personas y contagiado a más de 125 mil, no ha alcanzado aún el peor de sus escenarios, ya que, mientras las cifras más conservadoras de algunos especialistas suponen que a finales de junio habrá unos 30 mil muertos, otros estiman que la pandemia llegará a casi un millón de contagios, y causará la muerte de cerca de 200 mil mexicanos.
Pero esa crisis no solo ha traído dolor y tristeza en muchos hogares, sino que profundizó otras que México ya arrastraba: la de la pobreza generalizada, la de la miseria extrema; la de la marginación social que afecta a millones de familias y la de la crisis económica que se inició en 2019 y hoy ha dejado sin empleos y alimentos a decenas de millones de personas, en cuyas caras aterrorizadas brilla la incertidumbre absoluta sobre su futuro.
A estas crisis, que amenazan diariamente a la población, se agrega la crisis de inestabilidad política que el gobierno de la llamada “Cuarta Transformación” (4T) ha generado en la sociedad mexicana y que si asciende, podría desembocar en un estallido social muy grande.
La mala operación administrativa y política que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha dado a la crisis sanitaria –medidas preventivas tardías, falta de insumos y personal médico en los hospitales del país; mentiras obradorescas y gatellelianas en las cifras de contagio y muertes; nulo apoyo alimentario o económico a la población enclaustrada por la cuarentena– lo han convertido en el blanco favorito de las críticas de políticos, periodistas, académicos y de varias personalidades que forman parte del grupo que lo llevó al poder.
Desde la semana previa a nuestro ingreso a la fracasada “nueva normalidad”, el Gobierno Federal se ha visto muy desesperado al no saber ocultar el desastre económico, social y político que provoca en México. A fin ocultar éste, ha echado mano de todo tipo de recursos “políticos”, entre los que destaca la creación de los grupos mal llamados “anarquistas” que primero pusieron en jaque al gobernador de Jalisco y luego a Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México con el obvio propósito de distraer la atención pública con sus destrozos y su vandalismo.
La más reciente maniobra distractora de AMLO tuvo lugar el martes nueve de junio, en su conferencia mañanera en Palacio Nacional: el supuesto surgimiento de un Bloque Opositor Amplio (BOA), cuyo objetivo sería quitarlo del poder (sic) –al igual que a Morena– y que está integrado por medios de comunicación nacionales e internacionales, periodistas, exmandatarios, gobernadores estatales, partidos políticos y empresarios. Este siniestro plan para “debilitarlo” habría llegado a Palacio de la mano del “pueblo”, según advirtió el Presidente.
Sin embargo, un día después del “gran notición”, El Universal publicaba en su editorial la siguiente aclaración: “El lunes, un personero de Morena se acercó a este diario. Pidió cita, fue atendido y dijo que traía un documento que exhibía un complot en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador. Su intención era que El Universal lo publicara en su edición del martes como una gran nota generada por este diario, y que además –ofrecía generosamente– serviría para que esta casa editorial, que era mencionada en el supuesto plan, pudiera marcar distancia del presunto proyecto desestabilizador. Se le pidieron fuentes y se le dijo que si era una denuncia se le tendría que poner nombre, apellido y rostro”.
Es decir, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) o su jefe máximo, primero intentaron difundir el “complot” por vía indirecta y al no lograr esto, lo hicieron a través del Presidente. Este hecho evidencia que el presunto plan antiAMLO fue concebido como un distractor político y que su impacto no fue el esperado, pues los supuestos conspiradores involucrados negaron conocer la existencia del BOA, lo visualizaron como otras ocurrencias de AMLO o lo tomaron a chunga.
Más allá de las maromas y los distractores políticos que el gobierno de la 4T arma, como si se tratara de espectáculos de circo –¡incluidos los excesos de sus anarquistas!– resulta evidente que la inconformidad social en el país está creciendo; y que si, por ahora, la encabezan políticos, partidos, intelectuales y periodistas, se debe a que forman parte de los sectores más informados del acontecer nacional. En esta línea se mueve un sector del mismo poder de AMLO que está desencantándose de la 4T y no está conforme con lo que ha pasado en año y medio de gobierno.
En muchos pueblos y colonias del país llega el mismo mensaje de inconformidad e incertidumbre a causa de un gobierno inepto y desesperado que, además de no cumplir lo que prometió a millones de mexicanos pobres, está recurriendo a acciones de manifiesta soberbia y autoritarismo, inclusive actos de provocación simulada para victimizarse con tal de mantenerse, a toda costa, en el poder político.
El proyecto de AMLO y Morena, como quedó claro desde la campaña electoral de 2018, no tiene pies ni cabeza; fue hecho al modo retorcido y mentiroso de un político ignorante y ególatra que no acepta que critiquen sus errores, ni las propuestas de quienes saben de los negocios del Estado. AMLO y Morena no son honestos y mienten al pueblo; hoy, a la luz de sus hechos, quieren aparecer ante los mexicanos, sin lograrlo, como si realmente poseyeran la verdad y fueran muy limpios y liberales. Con esto, lo único que están logrando, es ser artífices de su propia destrucción. Por el momento, querido lector, es todo.