Los acontecimientos que hoy están generando muchos estragos e infelicidad en el mundo y en nuestro país, donde millones de familias padecen algún grado de pobreza, nos inducen a formular dos preguntas: ¿qué México queremos?, ¿qué tipo de gobernantes necesitamos?
De acuerdo con un estudio de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) la pandemia afecta el humor de los mexicanos debido al estrés que genera una economía nacional que está por los suelos y que no es capaz de garantizar buenos empleos y salarios dignos; también, por supuesto, porque tiene temor a infectarse por COVID-19 y ser hospitalizado. Es decir, el sentimiento de preocupación social es muy alto.
En el mismo documento se citan, además, otros factores que abonan el alto nivel de estrés en las personas: “no saber cuánto va durar la cuarentena”; “que no se cuente con los servicios públicos adecuados”; “no saber cuáles son las perspectivas de trabajo en el futuro” y si se “va a poder tener artículos básicos” o “ingresos diarios” en los siguientes días o semanas. México se encuentra arriba de la media internacional en el número de personas con estrés.
En días pasados, el diario El Financiero publicó una encuesta en la que el 11% de los entrevistados expresó sentirse menos feliz desde que se inició la pandemia, cifra que, según las estimaciones de quienes realizaron el estudio de opinión, equivale a entre cinco o seis millones de mexicanos en quienes el contento, la alegría y la felicidad se ha esfumado.
Apenas en marzo el 57% de la población consultada se había declarado feliz, en abril bajó al 46% y en mayo, cuando la pandemia se hallaba en sus fases dos y tres, la caída de los mexicanos felices fue estrepitosa y se redujo al ya citado 11%. Las muestras realizadas por dicho diario se hicieron por vía telefónica entre personas de ingresos bajos y medios.
Por mucho que queramos buscar las causas del estrés y la “infelicidad” en otro lado, resulta claro que los principales factores responden al confinamiento habitacional, la paralización de las actividades productivas, el desempleo y la falta de ingresos familiares. A estas causas hay que agregar un incipiente pero consistente repudio hacia los gobernantes por su manifiesta ineptitud.
El mandatario nacional Andrés Manuel López Obrador (AMLO) siempre ha mentido a los mexicanos. Esto se vio aun en el caso anecdótico cuando declaró que el pueblo de México era “feliz, feliz y feliz” y una encuesta de rebote lo desmintió tajantemente, ya que siete de cada 10 ciudadanos aseguraron que su dicho era falso, pues el 67% afirmó que el presidente había mentido y solo el 24% aprobó su versión.
¿Pero cómo puede hallarse feliz un mexicano si su gobierno está muy lejos de cumplir lo prometido en campaña y no ha logrado siquiera un milímetro de avance en el bienestar de la sociedad? ¿Cómo puede sentirse feliz un mexicano con la gestión de AMLO si, hasta cuando lo comparan con el último gobierno priista, el de Enrique Peña Nieto, sale raspado en el peor de los resultados de éste?
Ante el panorama triste y desolador que los primeros 18 meses del mal gobierno de AMLO han creado en el país, vale la pena insistir: ¿qué México queremos?, ¿qué tipo de gobernantes necesitamos?
¿Necesitamos gobernantes como los que precedieron a AMLO –o como éste mismo, quien es un político inepto y demagogo– que solo han buscado la Presidencia para mantener el estado de cosas, eternizar el capitalismo rapaz e injusto que explota al pueblo trabajador y solo le da migajas para que pueda sobrevivir como generador de riqueza, sin importarle realmente su bienestar social?
Es obvio que no queremos más gobernantes como éstos y que, por lo mismo, ya es hora de que los mexicanos cobremos conciencia, nos organicemos y luchemos por conquistar el poder político para todos, porque ya debemos estar bien convencidos de que ningún político surgido de los partidos existentes será diferente; y nosotros queremos un México próspero donde haya verdadera justicia.
Pero esto solo será posible cuando todos los mexicanos nos unamos y seamos una fuerza que dirija la nueva forma de hacer política y gobernar. Solo así comenzará una nueva etapa en la vida de México, una etapa de verdadera justicia social. Por el momento, querido lector, es todo.