A pesar de que en pasados días, Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, anunció el aplanamiento de la curva a partir de las estadísticas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) señalaron que la curva no logrará aplanarse.
“No logrará aplanarse como se prometió y tiende a ser tan espigada como las de otros países”, sostiene el doctor Roberto Gutiérrez Rodríguez, investigador de la UAM.
Señaló que de acuerdo con el principio epidemiológico, al final toda la población se habrá infectado e inmunizado; una parte desarrollará la enfermedad y otra habrá fallecido.
En cuanto al sector económico, el especialista señaló que «entre más pronto se abra este sector, menos profunda será la recesión».
«Menos personas se quedarán sin empleo e ingresos; menos aumentará el grupo de familias en condiciones de pobreza; menos se abrirá la brecha de la desigualdad; más petróleo podrá extraerse y venderse, y mayor sincronización se logrará con Estados Unidos, cuya epidemia inició un mes antes que en México”.
Destacó que hasta el momento, el argumento ha sido que, gracias a las medidas de distanciamiento social, se ha reducido en 74 por ciento el número de contagios entre la cresta hipotética –sin intervención, que se habría alcanzado el 2 de abril– y la del 8 de mayo,.
Lo anterior, se interpreta como que, en vez de un registro de casi 31 mil contagios para el 8 de mayo habrían sido 129 mil 36 días antes, en lugar de 3 mil 218 fallecidos en esta fecha; la cifra habría sido 13 mil 400, 36 días antes.
“Si estos cálculos son consistentes con lo dicho por el subsecretario, en el pico el número de enfermos y fallecidos tendrían niveles similares a los de Francia, quinto país más afectado por la pandemia en el mundo”, señaló el académico.
Al margen “de la magnitud y la fecha de las crestas, las áreas abajo de ambas curvas tendrían el mismo volumen, lo que implica que la cantidad de personas infectadas sería la misma y la conclusión de contagios se corre en los nuevos cálculos para el 5 de julio”.
El jefe del Departamento de Economía de la Unidad Iztapalapa mencionó la existencia de dos tipos de modelos que dan seguimiento a la expansión: uno sigmoideo, aplicado por esta instancia académica de la UAM y el cual centra su atención en el punto de inflexión de la parte creciente de la curva, y otro epidemiológico, en práctica por el Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la UNAM, el Boston Consulting Group (BCG) y el Predicting Monitoring of COVID-19 del Laboratorio de Innovación de la Universidad de Singapur (SUPM).
En este último, la cúspide se alcanza cuando el valor de la pendiente de la curva es igual a cero y se traduce en el descenso de la cantidad diaria de transmisión.
El ganador del Premio Comercio Exterior 2016 precisó que las tasas de incremento de los contagios no eran de cero cuando se hizo el anuncio del aplanamiento de la curva, debido a que el primero y el 4 de mayo el valor promedio había sido de 6.3 por ciento, duplicándose la cifra cada 11.1 días.
Si las tasas descienden con el tiempo no es en sí mismo un argumento poderoso para tomar decisiones radicales, pues se trata sólo de una ley estadística: al principio son altas, ya que parten de una base muy pequeña; al final bajan porque la base se vuelve robusta, debido a lo cual, por ejemplo, las economías de los países menos desarrollados crecen de manera más acelerada que en los que alcanzaron el desarrollo o la maduración.
Los cálculos del doctor López-Gatell presuponen por una parte que las curvas de las regiones con mayor incidencia –Valle de México, Tijuana, Cancún, Culiacán y Villa Hermosa– llegarán casi de manera sincronizada a la pendiente cero y, por otro, desde el punto de vista estadístico, que no se dispararán las infecciones en el resto de los municipios ni habrá brotes en los 900 que hasta el 19 de abril se habían reportado libres del virus: 36 por ciento del total nacional.
Gutiérrez Rodríguez alertó del peligro de los rebrotes, en particular a partir del otoño de 2020, pues provocarían apremio máximo por el retraso en la reapertura de las economías, incluida la mexicana, y que funcionen a un ritmo sustancialmente más lento al experimentado en 2019.