Desde antes que comenzara la pandemia de COVID-19, México debía de cumplir con los requisitos para concretar el T-MEC, bajo las condiciones que el gobierno estadounidense impuso. Nuestro país debía ocuparse de las enormes caravanas de migrantes centroamericanos que buscaban llegar a EUA. Las estaciones migratorias de ambas fronteras se convirtieron en una cárcel para miles de personas. Los maltratos, los abusos y las pésimas condiciones, llevaron a exhibir la pesadilla en que vivían los detenidos. El mantenerlos encerrados no era opción segura, pues representaban riesgos de contagios masivos. México ha deportado a tres mil 653 personas a Guatemala, Honduras y El Salvador. Con el Coronavirus, el sueño de una mejor calidad de vida se ve muy lejos e imposible de alcanzar.
La pandemia ha permitido al Presidente Donald Trump, implementar la política migratoria de sus sueños: cerrar las fronteras y poder expulsar directamente a migrantes y solicitantes de asilo sin trámites legales. Estrategia que buscaba implementar desde la llegada a su mandato, pues eso le aseguraría una próxima reelección. Nada desearía más Trump que consolidar este régimen migratorio xenófobo.
México no tiene la obligación legal de recibir a los centroamericanos expulsados, mucho menos de ser un eslabón más en la deportación exprés. Pero si no jugamos el mismo juego, la crisis económica para México podría empeorar. El poderoso grupo que impulsa Donald Trump sabe muy bien que la libre exportación de capitales ha posibilitado invertir fácilmente en países de salarios miserables para aumentar la competitividad con otras potencias mundiales como China o Rusia.
Nuestro país no sólo es muy dependiente de Estados Unidos, sino muy vulnerable económicamente ante cualquier crisis que golpe al mundo entero. Nuestra moneda ha sido una de las que sufre mayor depreciación por no cumplir con la máxima ganancia y seguridad para EU, de los intereses del dinero invertido en el país. El mantener sumiso a México ha sido causa de las políticas de Trump para lograr otro intento de sobrevivencia del imperialismo. López Obrador, al ser incapaz de implementar una política económica progresista, se somete al régimen imperialista que cada vez es más dueño de México que de nosotros mismos. También, ya es costumbre que los presidentes mexicanos sean quienes quien promocionen la campaña de Trump.
La pandemia ha acercado cada vez más a AMLO y a Trump como viejos amigos. Se espera que, su anunciado encuentro de ambos presidentes, podría ser un impulso más para que los dos gobiernos sometan más a sus respectivos países. Estados Unidos y México arden en políticas tontas, de regímenes partidistas e idealistas, bastante conservadoras; la realidad nos hace mirar a una dictadura.
La deportación de los migrantes y de algunos millones de mexicanos, dificulta el envío de remesas y agudiza el panorama económico, político y social de todo México. La emergencia tiende a revelar el carácter real de los líderes nacionales, de quienes se preocupan por su pueblo y están con él. De López Obrador hemos observado su incapacidad de gobernabilidad y de su sistema político. Los casos de contagio por Coronavirus están creciendo rápidamente.
El clímax no político…. Confusión y competencia es lo único que se creado en los gobiernos estatales en quienes han recaído los problemas de insumos, materiales y equipo médico para sus hospitales y contagiados. Preocupados por “ser los guardianes de los dineros del pueblo” olvidan lo verdaderamente necesario para los hospitales, los médicos, y para quienes se quedaron sin empleo y no tienen qué comer. México exige comida y el Estado es ciego. La mirada está de frente, en acaparar más el poder.
Si el Gobierno Federal y los gobierno estales no tienden a dar soluciones para enfrentar el auge de la crisis de hambruna que viven miles de familias mexicanas, sino garantiza el bienestar y la seguridad, entonces, no sirve de nada. Por el momento, querido lector, es todo.