Del total de agua que se consume a nivel nacional solamente 0.007 por ciento es de origen subterráneo a pesar de que 97 por cierto del agua dulce está atrapada en fisuras al interior de las rocas o en yacimientos bajo tierra, por lo que se desaprovechan millones de litros que podrían satisfacer la demanda nacional del vital líquido, señaló el doctor José Joel Carrillo Rivera en la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El miembro del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) desmintió que en los próximos años la ciudad vaya a quedarse sin agua, ya que el mayor porcentaje de la misma se encuentra por debajo de la superficie pero no es aprovechada.
“Una cosa es que no haya agua potable saliendo de los grifos y otra distinta es que se esté acabando. En realidad carecemos de formas de actuar y pensar para resolver los problemas de escasez generados por el aumento demográfico y la mala infraestructura carente de dimensión en tiempo y espacio porque agua hay suficiente para todos”.
La de tipo subterráneo ha sido un insumo fundamental para todas las actividades económicas durante el último siglo.
La mitad de la humanidad sin agua
Se estima que hay cerca de tres mil 500 millones de habitantes –casi la mitad de la humanidad– se abastece directamente de ella; sin embargo, en el caso mexicano, como en el resto de América, se carece de información precisa sobre la cantidad existente del agua subterránea y de los caudales usados.
El retraso de México en el conocimiento y evaluación del funcionamiento de ese líquido se evidencia cuando países como Australia, Canadá, China, Holanda, Hungría, Japón e Inglaterra basan su política económica y social en una estrategia hídrica integral que considera la generación continua de cantidad y calidad, basándose en sistemas de flujo y zonas de recarga y descarga, señaló el académico.
El país se encuentra en un proceso de mayor integración económica con América del Norte, por lo que urge homologar los mecanismos jurídicos e institucionales de gestión, protección y conservación del agua subterránea, así como avanzar en la profesionalización de sus investigaciones.
“Si tan sólo ahorrara el 10 por ciento en el ámbito agrícola aportaría a las ciudades 210 m3/s; es decir, más de la mitad de su consumo. El problema no es que las urbes estén usando mucha agua sino que hay un evidente desequilibrio en su uso”.
El investigador dijo que urge indagar y estudiar el agua subterránea para generar un banco de datos accesible y de manejo transparente que pueda ser usado por los tres niveles de gobierno, instancias a las que invitó a trabajar en la urgente labor de impulsar su regulación en una ley pues extraerla irresponsablemente y sin control daña los ecosistemas y el desarrollo económico del país.
“Entender sus sistemas de flujo permitiría conocer su dinámica para prevenir y controlar inundaciones, evitar la extracción de agua de calidad no deseable y alteraciones ambientales por importación inducida de otros acuíferos, además de impedir hundimientos de suelo”, concluyó.